RUBOR
Leo con rubor el libro de HERTA MÜLLER, Tierras bajas. Lo leo con rubor por una razón: lleva publicado en Siruela desde 1990 y yo, no sólo no lo había leído, tampoco conocía su existencia ni la de su autora.
Lo mismo les pasó a muchos tertulianos en diferentes programas radiofónicos y televisivos el día en el cual le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura a Herta Müller: no la habían leído. Pero lejos de reconocer con rubor su desconocimiento de la escritora, tacharon a los miembros de la Academia Sueca de improperios varios por no otorgar su premio a otros autores más conocidos por estos lares, bien sean de la tierra, bien hayan sido más conocidos, traducidos o leídos por ellos mismos (vates de todos los temas, incluida la literatura), bien pertenezcan al ámbito de lo hispánico.
Hay muchos escritores desconocidos para la mayoría de nosotros, público mayor o menor. Y si nos las damos de expertos en la materia, o leemos a los premiados o nos callamos. O los leemos y además nos callamos.
Yo estoy leyendo a HERTA MÜLLER y no me apetece callarme. Me parece extraordinario lo leído hasta el momento. EXTRAORDINARIO he escrito, sí. Lo mejor en mucho tiempo. Un estilo conciso, directo, en primera persona, en presente, una mezcla de lo real, lo realista, lo sórdido, lo tremendista incluso, con lo onírico. Una visión de una realidad, de muchas realidades desde los ojos curiosos de una niña. Unos ojos de hielo tan observadores como nunca antes me había encontrado.
Unos ojos tan agudos como alfileres.
EXTRAORDINARIA HERTA MÜLLER. Una grandísima escritora y, desde luego, merecidísima ganadora del Premio Nobel de Literatura.
Nota: Alejandro, muchas gracias por tus palabras. Te contestaré en un email. ¿Una recomendación de algo muy especial para mí? Por ejemplo, así de repente, El festín de Babette de Karen Blixen, o La muerte en Venecia de Thomas Mann, o El último encuentro de Sandor Marai, o Carta de una desconocida, de Stefan Zweig. Y un libro para mí aún más especial, Hiperion, de Hölderlin. Saludos cordiales a ti y a tu profesor, Antonio.
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Alejandro -