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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

DON JUAN VII

DON JUAN VII

Teatro Nacional de Praga.

Nunca se me ha ocurrido ir al Teatro Principal de Zaragoza

con una cámara de fotos.

 

 

Mañana soleada para visitar el cementerio. Las flores están aún en un jarrón en casa, esperando a ser llevadas a varias últimas moradas.

Cuando voy al cementerio, visito siempre la tumba donde están mis abuelos y mi tía Pilar. En la misma calle mora mi amiga Concha. Después de tantos años, es como si me hubieran facilitado mi tarea, y así no me pierdo para encontrarlos. A Concha siempre le dejo margaritas blancas, le gustaban mucho. Tardé tres días en poder llorar su muerte.

En este día de los Santos también le dejo unas flores a Tomás, nuestro buen amigo y médico desde mi más tierna infancia. Lloré mucho cuando se fue.

Este año he de encontrar la tumba de mis bisabuelos y de mi otra tía abuela, por petición de mi tía enferma. No sé si lo conseguiré. Buscar muertos nunca se me ha dado bien. Me extravío en el laberinto del cementerio, como en una ciudad perdida.

Hay muertos a los cuales no puedo visitar. El recuerdo del ataúd de Jesús entrando en el nicho me sigue impidiendo volver al lugar.

Siempre visito la tumba del tenor Miguel Fleta, uno de los mejores cantantes de ópera del siglo XX. Puccini compuso para él TURANDOT. Está enterrado en Zaragoza, y me gusta dejarle flores.  Algunas personas nos regalan momentos de felicidad sin haber conocido nunca nuestra existencia.

 A mi madre no le puedo poner flores. Está en el mar, en el Mediterráneo, y en el monte. Sus flores se las pongo en casa, junto a sus fotos en blanco y negro. Siempre fue muy guapa, pero en esas imágenes está, además, muy joven, feliz, ilusionada, enamorada. Sonríe a la cámara y me sonríe a mí. Me gustan esas fotos. Las tengo muy cerca cuando escribo.

Por la tarde, a las 7, lectura de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla en el Teatro Principal de Zaragoza. Por un ratito seré Lucía, la criada de Doña Ana, y tendré un divertida entrevista con Don Juan. Se trata de los ovillejos con los cuales, según confesó él mismo en sus memorias, comenzó a escribir la obra, durante una noche de insomnio. No podía dormir y le venían los versos a la cabeza.

La entrada es libre.

Tanto para el cementerio como para escuchar el Tenorio.

2 comentarios

Dani -

¡Mucha mierda!

... y besos, claro.

Juan Antonio -

¿Alguien grabará la escena en vídeo? Lo digo porque a los que no vivimos en Zaragoza nos gustaría poder asistir de alguna forma al evento.
Confieso que esos ovillejos me encantan; los suelo trabajar con los alumos e incluso, como divertimento, he escrito alguno. Besos sevillanos.