OTOÑO
Enrojecen los tilos del Paseo de la Independencia.
Les ha subido ya el rubor previo a la caída. Es curioso como a veces la belleza suprema es antesala de la muerte. Lo bueno es que ésa es una muerte provisional, un letargo en el que los árboles duermen y el sueño los regenera para amanecer verdes y lozanos, primaverales y tiernos cual bebés. Y así cada año.
Lo de los humanos no es un letargo, no es una muerte provisional. Nuestro otoño desemboca en un invierno sin retorno. Nuestro rubor de última hora sólo trae el último suspiro.
Puf, parece que me he levantado yo hoy con los ánimos bajos. Pues no, ¡eh!, esta es sólo una reflexión provocada por mi paseo de hoy en el 33 y del color de los tilos. Debe de ser porque me dejé el libro de poemas en casa y miré por las ventanas.
Y es que las ventanas, incluidas las del autobús, dan mucho de sí.
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Juan Antonio -