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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

TEATROS

Ayer fui al teatro a ver una representación de HAMLET. Hamlet siempre es Hamlet a pesar de la ausencia de Yorick y de algunos otros versos importantes.

Antes de ir al teatro, tenía una cita con unos amigos en un bar cercano: uno de esos lugares llenos de humo, música no muy alta y televisores bien planos, de plasma o algo parecido. Tan planos como postales gigantescas. Al parecer, uno no puede estar en un bar con los amigos, charlando: se deben ver imágenes ajenas, sin voz, no importa cuáles.

Las imágenes en las teles del bar eran de una misa: el cardenal Rouco oficiaba una misa de estado por las víctimas del accidente aéreo de Barajas, entre el dolor de las familias.

En el bar, las imágenes dolientes servían para "ambientar" el local, sin ningún escrúpulo, entre humo, cervezas y canciones enlatadas.

Enlatadas, no enlutadas. Todo vale si hay imágenes en movimiento.

Al menos eso creen algunos.

Pero todo no vale.En el teatro, HAMLET era dirigido e interpretado por Juan Diego Botto. Un Hamlet melancólico, interno, sobrio e intenso. Bien. Una escenografía y una dramaturgia pulcras, levemente simbólicas. La voz siempre magnífica de Jordi Daudet (una vez me lo presentaron en Madrid, después de un Calderón, EL ALCALDE DE ZALAMEA) interpretaba en una proyección al rey Hamlet. Y José Coronado era el rey usurpador y asesino. Guapo. Muy guapo. Guapísimo. Sobria interpretación, sin estridencias, elegante, matizado, cool. Bien. La dicción de algunos de los actores en algún momento no era la mejor. Algún truco básico de modulación se olvidaba.

Lo más chocante, no obstante, vino de una parte del público. Mucha gente de mi edad, o mayores (es decir, gente entradita en años), suspiró sorprendida cuando Hamlet mató a Polonio. Y mucha más se extrañó del trágico final. Especialmente elocuentes fueron algunos "ayes" cuando la reina bebió de la copa envenenada. Y sobre todo, cuando Hamlet mató a su tío: no se sabe si la emisión de "ayes" fue debida a la sorpresa o a haber dejado sin voz a Coronado.

Y luego nos extrañamos de algunos comentarios de nuestros alumnos ( angelicos), en exámenes y en clase. El otro día recibí un e-mail en el cual se comentaba de uno de esos errores con mucha guasa: la criatura hablaba de "Tuluslo III", la profesora pensó mucho hasta darse cuenta de la identidad del susodicho. El chico se refería a Toulouse-Lautrec.

Después de lo de ayer, prometo no sorprenderme con ningún disparate más.

El teatro, eso sí, estaba lleno.

Pero no estoy segura si gracias a Shakespeare o a Juan Diego Botto o a José Coronado.

No obstante, he de confesar algo: si yo tampoco me hubiera leído HAMLET ni hubiera oído nada sobre el príncipe de Dinamarca, ni sobre don William, tal vez también habría ido a contemplar a Coronado...

 

 

 

3 comentarios

Nerea Marco -

Botto, qué Hamlet más bien interpretado, más guapo y melancólico.
También me llamó la atención el público, como si no se esperaran el final, como si no conocieran el argumento...

Dentro de poco La Celestina en el teatro del Mercado. Iré a verla, que Lacarra consiguió que me encantase, y entendiese, la obra.

Un beso!

Rafael Lucena -

A propósito, ¿con lo republicano que soy, acaso no soy yo más guapo que el Coronado ese?

Rafael Lucena -

Ayer, reunión de tutores, dirigida por la orientadora. Muchos papeles, muchos, y todos leídos de uno en uno por la psicopedagoga. Tres veces nombró la "consejería" para recoger las fotocopias (más papeles) para el alumnado. Entonces caí en la cuenta de que se refería a la "conserjería". Error común, demasiado común, ante el que nadie se inmutó. Mi imaginación aprovechó el lance para evadirse y jugar con los parónimos: Borges / Forges, precio / premio, cisne / cine, paro / pero / piro / poro / puro, arma / alma, duda / ruda... Eso sí, la orientadora es la mar de salada y sonríe de tal manera que sus pequeños errores son totalmente disculpables. Por supuesto.