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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

CANALES II

Cuando elegí un lugar donde pasar unos días y gastarme un dinerillo extra, también elegí una ciudad con canales. En Europa hay varias: Amsterdam, Brujas, Milán, Livorno, San Petersburgo, Venecia. El destino fue la ciudad de Marco Polo (otros colocan su nacimiento en una isla croata, por cierto).

Allí fui yo con un collar misterioso, (esta vez no era un medallón, pero casi), a investigar. Me perdí mil veces entre los canales y los laberintos callejeros. Decidí ambientar mi novela allí y disfruté con ella. Disfruto con ella: también me regala muchos efectos colaterales.

Las ciudades con canal tienen un algo de mágico: esa fusión de lo natural y lo artificial, del agua y la piedra. Del agua estancada, cenagosa, y el agua corriente. Pero siempre serpentina.

"Latet anguis in herba", especialmente en los canales.

También las ratas, claro.

 

NOTA: Gracias, anónimo comentarista por tus palabras. Luisa, una alegría este elemento común con el canal de nuestra infancia.

5 comentarios

Alejandro Rivero -

Leiden. Vale, es como si fuera Amsterdam. Pero tiene otro ambiente, con la ESA por medio. En Inglaterra tambien hay algunas, con barzazas "de gitanos". La peculiaridad de Venecia, como bien dice este mes el National Geographic, no son tanto los canales como la ausencia de coches. Los nativos van a pie.
Ah, otra sorpresa agradable es que el Coop es mas barato que Galerias Primero.

Nerea -

¿Aceptamos rambla de pueblo tras una tormenta de verano como canal?
Si es así, mi primer canal llevaba el agua algo marrón y revuelta.
Un beso!

Fernando -

hay canales...luegoe stá el canal y el ojo del canal..sitios donde yo de niño pescaba...besos.

ana a. -

Como en la "Oda a Venecia" de Gimferrer, Néstor, o en MUERTE EN VENECIA: morir de belleza. Pero mejor aún: vivir de belleza, respirarla. Besicos.

Néstor Mas -

Mi primera ciudad con canales fue Amsterdam, me sorprendió. Claro que en aquel entonces, yo, de otra ciudad también con canal, conocía más bien poco: apenas una calle con nombre de tenor (eso lo supe también después)en la que había una ortopedia. Después vinieron otras, Milán, Venecia. Incluso en ésta última, en un paseo al atardecer por sus recoletos rincones, en el que no se oían más que el choque del pequeño oleaje de los canales contra los muros de piedra de los palacios y los lejanos ecos de los gritos de los gondoleros; pensé que ya podía morirme, allí, en aquel momento. Como si ya mas belleza, no pudiese existir... Todas especiales, sí. Gracias por los guiños escondidos tras la hierba.