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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

AUTOBUSES

AUTOBUSES

Junto a los  Jardines de la Princesa

y la Kutubia, un autobús desde otro autobús.

En Marrakech.

 

 

Cojo el autobús para ir al instituto. Hay atasco dentro y fuera.

Los autobuses son fosas comunes: todos apretados en carne y alma, o todos apretados en hueso sin alma.

Como no puedo leer, miro dentro y fuera de la ventana.

En el autobús de las 9 viaja siempre un hombre que habla solo o con el de al lado. El que le toca hoy al lado es un hombre afable que le da conversación. Cuando se baja, habla con una abuela que lleva a un niño de la mano. El niño tiene una mochila de Disney y dos claveles en la mano. Presumo que va a colegio de monjas y que las flores son para María, por el mes de mayo.

La chica de atrás lleva música en el móvil y no le importa hacérnosla escuchar a todos. Otras veces es el conductor el que nos obliga a escuchar su música favorita a los sufrientes usuarios.

Llueve y los agentes organizan el tráfico. O no. Cuando llueve, más gente coge el coche en esta ciudad y no hay quien llegue a tiempo a ningún sitio. Un caos mojado.

En el semáforo, un hombre se parece a Alfredo Kraus y no lleva paraguas. Otro hombre va vestido con vieja ropa de camuflaje, gorra incluida. No es militar pero quiere parecerlo.

Hay paraguas de diseño, otros con el logotipo del Banco de Santander, otros plegables que vibran cuando la chica que se parece a mi sobrina pero no es camina.

La chica de mi lado masca chiclé con la boca abierta. El chico que está de pie a su lado es de los de antes: de los que gustaban de apretarse contra las caderas de las señoritas en el autobús. Lleva auriculares y también se oye su música desde mi donde intento no caerme.

Bajo del autobús: en la parada me espera el cartel que anuncia la nueva película de Indiana Jones. El photoshop hace que no haya envejecido: no hay apenas líneas de expresión en su rostro. Tras él, la calavera de cristal que da título a la nueva entrega.

Paso de la fosa común sobre ruedas a la fosa donde las calaveras, al menos, son de cristal, y las busca Indiana Jones.

Sigue lloviendo. Cuando llueve los muertos se revuelven en sus tumbas por la humedad. Al menos eso pasaba en Pedro Páramo, de Juan Rulfo, donde los muertos hablaban.

 

4 comentarios

ana a. -

Bienvenido de nuevo a estos lares del canal, Max. ¡Se te echa tanto de menos!

Max -

Sin duda los ojos nos permiten recorrer el ancho mundo acariciando como un párpado cuanto vemos. Sigues con la mirada abierta y los oídos centinelas. Es bueno conocer a alguien que vela por lo escondido del alma y vuela con la pluma o con la tecla entre autobuses carnívoros y atmósferas extrañamente húmedas. No desmayar ante lo cotidiano es un ejercicio saludable que nos permite sobrevivir la palabra y pronunciarla a toda costa. Gracias, Ana.

ana a. -

Gracias, Rafael.

Rafael Lucena -

Ejemplo de estilo "demosténico" como sostenía Hermógenes: claridad, grandeza, amplitud, dulzura, vivacidad, solemnidad... (creo que se me escapa uno, maldita memoria, pero no importa, tu texto lo contiene).