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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

GALLOS

Sigue habiendo gallos en la ciudad.

De los que cantan.

Ayer vine del médico a pie por el Barrio de la Paz. Hay parcelas como la que fue de mi abuela y que yo no recuerdo. Aquí se llama así, parcelas, a las casas de una planta. La de mi abuela también estaba en la ciudad, y tenía corral. Allí se criaban conejos, gallinas y pollos. Los pollos eran comidos sólo en los días más festivos: Navidad y el Pilar. También había un gallo que se lanzaba hacia mí cuando era pequeña y alguien le retorció el pescuezo para evitar que me sacara un ojo. Tampoco me acuerdo de él.

Ni de la perra. Se llamaba Linda y había sido de mi abuelo. Dicen que un día, celosa, me tiró a un rosal y las espinas me dejaron hecha una pena. Yo tenía poco más de un año y la perra fue regalada después de aquello. Tampoco la guardo en mi memoria.

Años más tarde, un pastor alemán cruzado con pastor belga me mordió. Me reventó el labio. De su cara junto a la mía nunca me podré olvidar.

Ayer escuché un gallo a mediodía en La Paz, y me acordé sin acordarme de la parcela en la que viví mis primeros años.

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