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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

FREUD

En la presentación del libro de Félix Teira, SUEÑOS DE BORRACHOS, se habla de Bukowski, de Carver, del "dirty realism"; también de la pintura de Lucien Freud.

Cuando un día Antón me preguntó por mis pintores preferidos, yo, que soy muy lenta de reflejos mentales, no lo nombré. Cuando vi la lista escrita en HERALDO lo eché de menos.

La primera vez que vi algo de este nieto del otro Freud, de Sigmund, fue en un pequeño pueblo del LAKE DISTRICT inglés. Habíamos leído en EL PAÍS que había allí una exposición, y aprovechando que pasábamos por Inglaterra en uno de nuestros viajes sur-norte, decidimos conducir desde Canterbury hasta el norte, cerca ya de las lindes con Escocia. No recuerdo en este momento el nombre del lugar, pero estaba muy cerca de Windermere, el mismo de la lady del abanico de Oscar Wilde.

Aquellos cuerpos desnudos en toda la amplitud de la palabra me impactaron: los colores rosados, verdosos, grisáceos de la piel, las pinceladas gruesas, las miradas de la desolación de aquellos seres que somos todos, los escorzos, la convulsión, la tensión casi lacoontiana... Todo. Si ahora tuviera que elegir entre todas las exposiciones que he visto, la que más retengo en la memoria, y han pasado casi diez años, es aquella de Lucien Freud, en un pequeño rincón del distrito de los lagos.

Los mismos lagos en los que vivieron aquellos poetas ingleses del XIX romántico. Dormimos cerca de Rydal, en un "Bed and Breakfast" de sólo dos habitaciones en un caserón victoriano con rosales trepadores. Se llamaba, y espero que se siga llamando, "Stepping stones", porque está junto a unas piedras que propician el cruce del río. Dorothy Worsdworth, la hermana del poeta, habla de sus paseos por la zona en sus diarios y muchas veces atravesó la corriente saltando las piedras. Yo también lo hice, pero reconozco que pasé cierto miedo: son muy altas y el río bastante profundo. La casa perteneció a la familia de Coleridge, de la que probablemente estuvo enamorada la buena de Dorothy: una vez cogió una flor, se arrepintió y la volvió a plantar: "dejemos vivir a lo que está vivo", pensó y escribió. El desayuno muy inglés, en tazas de porcelana pintada con flores de color granate, se sirve en la entrada, junto a la chimenea.

Sí, las flores de las tazas de "Stepping stones" tienen el mismo color que las mejillas de los personajes de Lucien Freud.

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