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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

6 de agosto Contrastes

Nuestra base en Turquía ha sido la bahía de Turunch, junto a Marmaris. Marmaris es una de esas playas llenas de hoteles y apartamentos pensados para turistas del norte de Europa. El aeropuerto de Dalamar es para uso exclusivo de vuelos chárter, y el nuestro sale de madrugada, de modo que pasamos la noche en las salas de espera, repletas de nórdicos y centroeuropeos varios, todos morenos y ensennando por última vez los hombros y las piernas. A punto de volver al norte, les esperan climas fríos y las mangas largas sustituirán enseguida a las camisetas de tirantes.

Frente a Marmaris está la isla griega de Rodas (o Rodos, o Rhodes...)Cogemos un catamarán que nos cambia de país, de continente y de clima en 45 minutos. La bahía de Marmaris está formada por cabos montannosos que evitan la circulación del aire y el calor puede ser sofocante, aunque los nórdicos están encantados; en cambio, Rodas es una isla abierta, luminosa y el viento corre de orilla a orilla.

Los Caballeros de San Juan de Jerusalén se establecieron en la isla a principios del siglo XIV, cuando fueron expulsados de la ciudad santa. Les compraron la isla a piratas genoveses que estaban asentados desde hacía décadas. Ya hacia 1309 empezaron las edificaciones que hoy son la base de la bellísima ciudad antigua de Rodas. Tiendas y restaurantes esconden la belleza de sus calles en un setenta por cierto, así que es necesario hacer un esfuerzo de abstracción y de disciplina para mirar hacia arriba y no a las puertas abiertas llenas de jabones, copias griegas, tejidos, espejos y demás objetos pensados en los placeres de los turistas.

Los Caballeros tomaron el nombre de Caballeros de Rodas y no se imaginaban que siglos después la isla estaría invadida por gentes del norte en biquini y pantalón corto. Porque de verdad que he visto a más de uno a torso descubierto, y a más de una paseando en biquini por las calles de la ciudad como si estuvieran en la playa. En fin... Los Caballeros fueron expulsados de la ciudad por los hombres de Soleimán el Magnífico en 1522 (necesitó más de 150.000 hombres y perdió 60.000 en el asalto a la isla) y pusieron rumbo a la isla de Malta, donde se asentaron. A partir de entonces fueron conocidos como Caballeros de la Orden de Malta.

El que fue Hospital de los Caballeros es ahora el Museo Arqueológico de Rodas y se ha convertido en mi museo favorito desde hace cinco días. Es una construcción sólida, sobria, defensiva y equilibrada al mismo tiempo, con entrelazadas decoraciones en la piedra alternadas con los escudos de los caballeros. Irradia fuerza y serenidad. Y alberga piezas de gran belleza de la época helenística griega y anteriores. Jarras y bandejas de formas tan elegantes, suaves y delicadas que me gustaría tenerlas en mi vitrina. Esculturas de faunos, ménades, venus y apolos. Una de ellas es la joya del museo: la llamada Afrodita de Rodas, pequenna, sentada, desnuda, peinándose después del banno, con sus cabellos ondulados levantados en sus manos en un gesto lleno de gracia. Su rostro, una invitación.

La que fuera sala de los enfermos del Hospital alberga ahora las lápidas funerarias de algunos de los Grandes Maestres de la Orden y de algunos de sus caballeros. Fueron puestas ahí por los italianos que conquistaron la isla en los tiempos de Mussolini y la convirtieron en la residencia veraniega del dictador. Busco una lápida y la encuentro: Juan Fernández de Heredia, que fue Gran Maestre entre 1377 y 1396. Hace annos, empecé mi tesina sobre un libro escrito por él: EL LIBRO DE MARCO POLO, basado en IL MILLIONE del viajero veneciano. Siento una emoción que me eriza los pelos al tocar la piedra, y la de otro miembro de su familia con el mismo apellido, Pedro, que fue hermano de la Orden y murió en 1493. Muy probablemente vivió en Rodas en la época en que Caterina Cornaró era reina en Chipre. Cierro los ojos e intento aspirar el mismo aire que respiraron los caballeros en aquellos annos en que el Mediterráneo era un hervidero de piratas, caballeros y gentes de toda condición.

Vuelvo a la bahía de Turunch, tan cerrada, tan montannoso, e imagino barcos piratas escondidos, apostados esperando avistar algún galeón en la lejanía. El que sí que estuvo por estas ensenadas fue Nelson, que escondió a la armada inglesa para preparar una batalla contra las tropas de Napoleón. Su compatriota, Lady Mary Worsley conoció a una dama espannola casada con el mismo pirata turco que la había raptado tiempo atrás:viajaba con su familia en una galera desde Nápoles y fue apresada por un barco pirata. El almirante dejó en libertad a la familia para que volvieran con un rescante para recuperar a la muchacha. Esta había sido "seducida" por su raptor (un antecedente del síndrome de Estocolmo). Cuando los familiares volvieron con el dinero para devolverla a Espanna, la joven había reflexionado sobre lo que la esperaba en su país: en el mejor de los casos la meterían en un convento, porque al no ser virgen nadie se casaría con ella. Así que le dijo a su galán que si la quería por esposa que se quedaba en Istanbul con él. El almirante mandó el dinero de vuelta a la familia de la chica, que se convirtió en la esposa del pirata. Es una historia novelesca, pero real. A mí me recuerda a un musical del grupo catalán "Dagoll Dagom" que se tituló MAR Y CIELO, y que estaba pasado en el texto de un autor modernista. Era una historia de piratas digna del mejor Salgari.

En fin, piratas, caballeros... Supongo que no había demasiadas diferencias entre unos y otros.

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