Blogia
AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

Istanbul IV

Cruzo de nuevo el puente Gálata hasta el Bazar de las Especias, que me gusta más que el Gran Bazar. Es un ir y venir de colores y perfumes que me invaden Veo un puesto en que venden goma laca en escamas. Me trae recuerdos lejanos de mi tía Pilar, la hermana de mi abuela, que había sido barnizadora en su juventud, y que aun llegó a barnizar algunos de nuestros viejos muebles. Mezclaba aquellas escamas brillantes de colo ámbar que me parecían trozos de caramelo, con un líquido transparente de intenso olor que me hacía estornudar. El resultado era otro líquido oleoso de aroma adictivo con el que impregnaba un manojo de medias viejas que otrora habían cubierto sus piernas y las de mi abuela. Con él pasaba por la superficie de los muebles muy despacio, como acariciándolos. Como respuesta, la madera empezaba a brillar y yo podía ver la cara siempre sonriente de mi tía reflajada en ella, casi como en un espejo.

En el mercado huele a curry, a pimienta, a guindillas. Hay sacos con polvos de todos los colores. Me acerco a uno lleno de un polvo verde manzana muy fino. Pregunto qué es y me dicen que es "henna"; con ella las mujeres de Turquía se han tennido el pelo y se han decorado pies y manos desde hace siglos. Compramos café recién molido en una tienda en la que todos los dependientes visten una bata gris. Me viene a la memoria (!hay que ver todo lo que está ahí guardado esperando a salir algún día) la Cooperativa de Tranvías de Zaragoza, que estaba en una estrecha calle cerca de Conde Aranda. También los hombres que allí trabajaban llevaban una bata gris, y vendían cosas buenas que estaban metidas en sacos. De vez en cuando, cuando era muy pequenna, íbamos mi madre, mi abuela y yo a comprar; ya no me acuerdo qué, pero algo comprábamos, y yo recibía caramelos de un hombre de pelo blanco que sonreía detrás de un puro que siempre colgaba de sus labios.

En el Bazar llegamos a un puesto donde venden frutas escarchadas: mango, pinna, (caramba con la -nn-), naranja. Compro pasas cortadas; son más grandes que las suelo comprar en Zaragoza o en Trondheim, y tienen un color púrpura intenso. Me imagino que ése debía de ser el color de los labios de las "kadinas" del sultán, o de las que acompannaban a Wiesenthal en sus paseos por Istanbul (!qué delicia de libro el suyo!) cojo un punnado de pasas y me lo llevo a la boca. Son como un caramelo a la vez dulce y ácido.

Y me parece que ése el es sabor de la ciudad.

1 comentario

José María -

Hola, Ana: Me encanta tu diario por Estambul. No he estado allí y me vienen ganas de viajar. De momento, me contento con hacerlo virtualmente mediante la lectura de tu blog. Gracias. Yo, de momento, descanso unos días en Massalavés (Valencia) y también doy descanso a mi blog.