Blogia
AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

Seducciones

Hay varios tipos de hombres seductores: Don Juan, que es un conquistador, coleccionista de los de aquí te pillo aquí te mato, que sólo busca añadir una mujer más a su lista, una mujer que no es sino un pañuelo de usar y tirar; Casanova, que era un ilustrado veneciano para el que la conquista se convierte en un alambicado juego rococó, de mentiras, por qué no, pero que seduce mediante la palabra y deja que la mujer entre en el juego y lo disfrute; y luego están los que procuran un sistema de acoso y derribo. Esos son, simplemente, imbéciles.

Me gusta sobre todo Casanova que, además, existió y vivió en Venecia, y se escapó de las mazmorras del Palacio Ducal y murió de bibliotecario en un castillo de Bohemia. Se dice que Giacomo Casanova se encontró una vez en Venecia a Lorenzo da Ponte, el libretista de Mozart, cuando escribía el texto de la ópera DON GIOVANNI. Según la leyenda, que recoge un espléndido relato de Michel Tournier, el seductor veneciano le habría sugerido al escritor italiano que evitase a su personaje el componente diabólico y oscuro y contrarreformista del don Juan de Tirso de Molina, y que le diese un toque más refinado, más amante de la alegría y de la libertad. Y efectivamente, así es el Don Giovanni mozartiano. A mí me gustaría ser Zerlina y que él me dijese eso de "Lá ci darem la mano, lá mi dirai di si..." Y seguro que le decía que sí antes de que llegase doña Elvira a fastidiar la escena.

Las mujeres, sólo faltaría, también seducen. Dice un compañero mío que algunas lo hacen con el vestido, y no siempre para seducir a un hombre en particular sino al género masculino indefinido. Otras mujeres seducen mediante la danza. Es el caso de Salomé, que consigue su objetivo a través de una erótica danza. Así es la Salomé de Oscar Wilde, que baila para poder besar la boca de Jokanaán, aunque sea en una cabeza cortada; la de los dibujos de Aubrey Bearsley que ilustró el libro del irlandés en sus primeras ediciones; la de los lienzos de Gustave Moureau, queu luego describió Huysmans en su decadente novela A CONTRAPELO.

Otras veces la danza es, simplemente, una maravillosa excusa para abrazar a alguien aunque sólo sean tres minutos.

0 comentarios