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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

Italia

Volver a Italia siempre es regresar. Decía el poeta Rilke que la verdadera patria es la infancia; por eso cuando vuelvo es como si regresara a ese terreno, no del todo perdido. Mi primer viaje allá lo hice con dos años y medio y de ahí vienen mis primeros recuerdos: un largo viaje en un largo tren, de aquellos de compartimentos con las ventanillas abiertas por las que se metía una carbonilla que impregnaba la piel y la ropa; un día entero en la frontera francesa para esperar otro tren que llevaba hasta Italia; la primera vez que vi el mar, una playa con piedras de colores que aún guardo en alguna caja del armario de mi abuela; las luces de un país en los acantilados, un palacio en Montecarlo con las ventanas iluminadas donde vivía una princesa de ojos claros que un día fue un cisne. Y por fin Génova, verdes colinas en las que cuelgan casas rosadas y ocres con las persianas verdes; entonces no sabía que había una ópera de Verdi que se llama SIMÓN BOCANEGRA y que transcurre en la ciudad; una ópera que yo vería muchos años después interpretada por Carlo Güelfi, tan imponente, tan poderoso, tan cálido. Y otra lengua en la que casi empecé a hablar, otros sonidos, otras palabras, tal vez otros silencios. Y mis amigas con las que podía jugar en la playa. Recuerdo mi traje de baño verde con fruncidos de nido de abeja, y las minifaldas de la españolita, como me llamaban. Y un día en el mar en el Bianca y Nunzia me escondían los juguetes. Eran más mayores que yo pero jugaban conmigo, que era un renacuajo de ojos grandes. Giacomo todavía no existía.

Este fin de semana se ha casado con Stefania en el sur. Y Nunzia y yo hemos vuelto al mar con los niños, que no han parado de jugar en el agua. GianLucca con sus gafas de buceo, María Letizia y María Cristina convertidas en sirenas. Después hemos ido a Paestum a ver los templos griegos. Allí estuvieron en sus periplos los viajeros del Grand Tour del XVIII y del XIX; por allí pasaron Goethe o Shelley. En el golfo de Nápoles y en la costiera amalfitana vivió Ibsen, que escribió PEER GYNT en Ischia y SOMBRAS en Sorrento; y Wagner que en la villa Rufolo de Ravello compuso una parte de PARSIFAL: los jardines de la villa le inspiraron el paraíso infernal de Klingsor. Aunque a mí me gusta más la villa Cimbrone, que tiene una terraza en pleno acantilado, bordeada de estatuas romanas, y llena de rincones escondidos a los que el viento trae la presencia de las rosas en medio del mar.

Hemos llegado a Paestum tarde, pero el guarda nos ha dejado entrar a hacer algunas fotos y hemos estado un rato contemplando los templos. Era la hora del tramonto (ya sé que es una palabra italiana pero me gusta más que atardecer) y las piedras ocres recibían el reflejo dorado y parecían volver a su esplendor de otros tiempos. Los templos están orientados hacia la salida y hacia la puesta del sol, y en este momento miran como la estrella está a punto de esconderse debajo del mar. María Letizia y María Cristina se suben sobre las ruinas y juegan a ser diosas de la antigüedad. Hablamos de la manzana de Paris, Letizia decide que ella es Afrodita, y Cristina se queda con Atenea. Se podrían intercambiar los papeles, ambas bellísimas, cariñosas e inteligentes. Son las hijas de mis amigas y las quiero. El sol se concentra en ellas y las baña de luz. Están preciosas.

Por la noche, en la habitación de Bianca recordamos el verano en que se casó con Piero. Entonces, en Nervi Nunzia y yo cantábamos aquellas canciones italianas de los sesenta y los ochenta: Baglioli, Celentano, Cocciante, di Bari... Pero sobre todo cantábamos IL MONDO, y MARGARITA, de Ricardo Cocciante. Entonces Vittorio tocaba su guitarra de doce cuerdas. Nunca he cantado más y mejor que con Vittorio: hacíamos dos voces en cada canción, sobre todo con MARGARITA, sentados en algún banco de la "paseggiata" de Nervi, frente al mar, por la noche. Hay personas que pasan por tu vida y le dejan un regalo a tu memoria, aunque nunca lleguen a saberlo. Cuando veníamos en coche hacia el aeropuerto de Nápoles, Franco ha puesto la radio, y de entre todas las emisoras italianas, y de entre todas las canciones de la historia de la humanidad, estaba sonando MARGARITA. Alguien ha hecho magia.

En el aeropuerto de Madrid ha vuelto la magia inesperada. Los magnolios siguen en flor en los jardines de Sabatini, y en la Plaza de Oriente, donde tomamos una leche merengada con mucha canela. Desde arriba el palmeral parece más pequeño y se ven algunas hojas secas. Vuelvo a Zaragoza llena de sol, de mar, de canciones, de sonrisas infantiles, de lágrimas, de despedidas. Y pienso otra vez que siempre me estoy despidiendo y que siempre me acabo marchando de todos los sitios.

Y me marcho, y vuelvo, y regreso llena de palabras.

Y llena también de silencios.

NOTA:

Esta tarde en "Ámbito cultural" de El Corte Inglés (de Zaragoza), Pilar Palomero presenta su primer cortometraje, titulado SONRISAS. Es a las siete y media y esta chica promete.

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