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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

Sorpresas

Después de casi treinta años me reencuentro con Rafael, mi antiguo profesor de matemáticas. Me trae las fotos de mi grupo y mis notas de tercero de BUP. En la fotografía llevo el pelo corto, las cejas más estrechas y no se me caen los párpados como ahora. En las calificaciones, veo un diez en color rojo; me extraña. Rafael me saca de mi breve sorpresa:era un diez sobre noventa... Por supuesto, suspendí las matemáticas aquel junio de 1979. En la Universidad Laboral no te dejaban pasar de curso con un asignatura pendiente, te echaban directamente; así que había que aprobar las matemáticas como fuera. Y fue.

Y fue después de pasar el tórrido verano zaragozano estudiando matemáticas de nueve de la mañana a una del mediodía en la academia TUGA, que estaba en una de esas recoletas placitas del casco viejo de Zaragoza. Recuerdo la camisa blanca con rayas azules sudadas de aquel joven profesor de barba negra y gafas plateadas que intentaba meternos en dos meses lo que no habíamos aprendido en nueve. Pasé aquellos dos meses sudando entre derivadas, límites e integrales. Aprobé en septiembre, con un seis con dos, me ha dicho hoy Rafael. No me costó sangre ni lágrimas, pero sí sudor, mucho sudor. Al terminar el examen nos fuimos a la playa, a Cambrils, a unos apartamentos que se llamaban "Los Delfines". Nunca aprendí a nadar bien, y enseguida se me olvidaron las integrales, y hasta la tabla de multiplicar.

La visita de Rafael ha sido una de esas sorpresas en color que te da la vida. Otras veces las sorpresas son en blanco y negro.

Al escritor le pasan muchas cosas, y una de las mejores es conocer a sus lectores. Mantengo correspondencia habitualmente con tres niñas: Ángela, que se llama como mi protagonista, me escribe desde Valladolid y me manda preciosas postales de sus viajes, la última, unos tulipanes desde su intercambio en Francia. La conocí en su instituto el año pasado. Nerea, de Zaragoza, una de las adolescentes más activas que conozco, tiene un cuaderno de bitácora estupendo y me envía una postal de canales venecianos. La conocí esta primavera en la Maratón del Cuento. Alba, también de Zaragoza, me regala preciosas acuarelas y sobres cuajados de pétalos de rosa. La conocí ayer: hace teatro, tiene trece años, unos ojos que sonríen, y parece que lleva toda la vida sobre un escenario. Tiene una dicción y una voz magníficas, y se atrevió con un audaz texto de Sanchís Sinisterra.

Algunas veces, las sorpresas están hechas con el arco iris.

2 comentarios

Anónimo -

No son como las fotos en blanco y negro, que son hermosas. Las sorpresas en blanco y negro... Te podría decir unas cuantas, pero no. Son demasiado duras, blancas y negras, sin matices de grises. Son las que duelen. Y cuando una sorpresa duele es que es una noticia terrible. Nos quedaremos con las sorpresas de arco iris, que tienen color y además, salen después de la lluvia.

Ricardo -

Sorpresas en blanco y negro. ¿Cómo son las sorpresas en blanco y negro?. Bacione!