TRENES III
Algunos días se pierde el tren. Yo no he perdido muchos a lo largo de mi vida viajera, dos o tres, a lo sumo.
Hoy he perdido uno.
La culpa no ha sido ni de la lluvia ni del atasco.
Había lluvia y atasco.
Pero la culpa ha sido mía, y solo mía. Mi memoria había guardado una hora, un número, pero el tren salía dos horas antes.
La memoria, a veces, guarda las cosas según le apetece. Le rigen unas normas desordenadas, imprevisibles, misteriosas.
La memoria es la leche, ¡vaya!
Por eso hoy he perdido un tren.
Solo uno.
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