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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

HIELO

Noche oscura ya junto al Ártico. Ya hace un buen rato que reina la oscuridad. De hecho, el sol solo sale durante unas pocas horas, pero no sube hasta el cénit, acaso sube hasta un ángulo de unos treinta grados, tal vez menos. La luz es crepuscular mientras existe. Luego, cae la noche.

Y el hielo. Las calles son como pistas de hielo. Echan gravilla en las aceras y en las calzadas, pero a pesar de ello, es difícil caminar. Para los nativos no, en absoluto. Tienen su técnica, que deberían ensennarnos a los demás en cuanto pisamos la pista de aterrizaje del aeropuerto. A veces me pongo grampones. Hacen mucho ruido. Aquí no los usan más que algunas abuelas. Casi ninguna, de hecho, y yo cuando la acera es como la pista de hielo que hubo en la calle Cinco de Marzo, donde ahora hay un Galerías Primero.

La Nochebuena, Juleaften, se va al cementerio. A eso de las dos: toda la ciudad en pleno. Todo el mundo vestido con las mejores galas, zapatos de tacón de aguja en muchos casos, abrigos negros, faldas negras o rojas, pieles, sombreros... Todos van, vamos, a los diferentes cementerios de la ciudad: aquí rodean las iglesias, y solo hay tumbas en la tierra. La noche de Navidad, el Juleaften, se dejan velas de larga duración y una corona de musgos, pinnas, que adornarán la tumba durante horas. Las mismas que dure la celebración de los vivos: mientras los vivos comen, beben y abren los regalos que han estado bajo el árbol de Navidad, los muertos tendrán una luz y una corona de vida.

Porque el Juleaften, la Navidad, es el solsticio de invierno, y se celebra la luz, la vuelta a la vida, el nacimiento de un nuevo ciclo.

Las llamas de las velas quedan sobre la nieve en el cementerio, en la oscuridad. Cientos de llamitas como fuegos fatuos en la noche nórdica.

Muy cerca del Ártico.

Besicos desde estas latitudes.

 Gracias por vuestros buenos deseos, Isa, Juan Antonio, Lether, Nerea. Os reitero los míos. Isa de P.: no tengo tu correo electrónico, por cierto.

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