MAYO
Una casa rota en Sarajevo
(Bosnia-Herzegovina)
No se rompió sola.
Casi nada se rompe solo.
Cuando estaba en el colegio de monjas donde pasé mi primera infancia, durante el mes de mayo las niñas debíamos llevar flores y cantarle a la virgen.
Decíamos algo así como "Con flores a María, con flores a porfía..." Yo no entendía el significado de "porfía", pero lo cantaba igual.
Entonces era así: decíamos palabras cuyo significado desconocíamos. Aprendíamos de memoria historias cuya realidad también desconocíamos.
La virgen estaba metida en un fanal, era minúscula, y el altar de plata repujada. O al menos así me parecía a mí.
El colegio se iba a hundir y lo tiraron. Esa fue una de las mejores noticias de mi primera infancia.
No por la virgen, ni el fanal. Por otras razones.
Siempre me pregunté a dónde habría ido a parar el altar de plata repujada.
Pero no se lo dije a nadie.
A veces decimos cosas y otras nos callamos.
A veces no entendemos palabras y otras veces escondemos sus significados.
Otras veces la posición de un adjetivo puede llevar a alguien a la hoguera: como le pasó a Miguel Servet y su tozudez.
Los adjetivos pueden ser muy peligrosos.
Ya veis.
Y por cierto, buen puente a todos.
2 comentarios
Lu -
Es cierto.
Todos conocemos ejemplos.
Un beso no silenciado.
Juan Antonio -