DESVANES
Todas las casas de aquí tienen su desván y su sótano, incluso los pisos.
Yo nunca había tenido desván, y tampoco mis abuelos. Mis conexiones con esa parte alta de la casa eran solamente a través de películas de la infancia en las que siempre, inevitablemente, aparecía: recuerdo Mujercitas o Cumbres borrascosas, e imágenes sueltas de otras cuyo nombre no recuerdo.
El desván de esta casa es siempre una caja de sorpresas: ropas, viejas fotos, bolsos, juguetes, libros, muchos libros, cuadros. Cada objeto me parece un tesoro conservado con y por la pátina del tiempo, que parece que no pasa ahí arriba. El olor también es distinto, y la temperatura, más alta que en el resto de la casa. Cuando llueve o en invierno, se tiende la ropa en la zona común y se seca pronto. Al menos más pronto que en los tendederos del jardín. Los desvanes de las casas más viejas tienen planchas comunes para sábanas, unas planchas mecánicas con rodillos que yo nunca antes había visto.
Ayer encontré un cuadro que pinté hace annos, y que no sabía donde estaba. Lo pensaba en Zaragoza, o en Alcalá, regalado a alguien; en cambio, estaba en un rincón de este desván. La memoria, muchas veces, juega con nosotros. Recordaba que lo había pintado aquí, en la otra casa, pero luego había caído en el vacío.
Ahora está colgado de nuevo.
2 comentarios
Magda -
Qué lindo que hallaste tu cuadro, y con él tantos bonitos recuerdos.
José María Ariño -