CAFÉS
A mí no me gusta el café. Sólo su olor cuando está recién molido.
Pero me gusta entrar en los cafés para tomar té y para ver como el tiempo ha ido cambiando el color de las paredes, el uniforme de los camareros y los pantalones y camisetas del público.
Trieste es una de las ciudades del norte de Italia que más sabor austro-húngaro guardan. Los edificios imperiales, las estatuas y lápidas recordatorias de María Teresa, las grandes plazas. Y los cafés.
Entre plaza y plaza se encuentra una con las esculturas en bronce de un Joyce paseante, o de un Saba que se abriga de los vientos del norte. Algunos de los cafés a los que acudían a escribir y tertuliar los artistas todavían permanecen con el sabor de antanno. El Café Tommaseo, en el que se gestó en 1848 el nacimiento de parte del Risorgimento, y que es el más antiguo no sólo de la ciudad, sino de toda la región, como me dice orgullosa la camarera. Música de Strauss recuerda, no obstante, el origen imperial del lugar, así como la decoración rococó de las paredes y los arcos que dividen la estancia en salas: amores y cariátides contorsionistas en yeso blanco han mirado a muchos que han escrito aquí sus diarios y a otros que han tomado su café "illy".
Italo Svevo solía empezar la mannana en el Café San Marcos, joya del art-nouveau triestino: paredes y arcadas con decoración de madera formando flores y otros motivos vegetales. Frescos que representan musas, faunos, y que parecen recién salidos de carteles de Mucha. Medallones con imágenes carnavalescas que recuerdan que casi todo en la vida es pura comedia. O pura tragedia. Depende.
Al Café San Marcos sigue viniendo habitualmente otro grande, Claudio Magris, que vive en la ciudad y que arranca en este lugar uno de sus mejores libros. Aquí toma café y escribe. Sobre el Danubio, sobre Trieste.
James Joyce e Italo Svevo se encontraban en el Café Stella Polare, que está en una esquina de la Plaza de San Antonio, una de esas plazas rectangulares abiertas al mar, que entra en forma de canal hasta el centro de la esplanada. Aquí sirven deliciosos platos de pasta y ese aperitivo de color naranja al que son tan aficionados los italianos, el "Spriz con aperol". Joyce fue profesor de inglés de Svevo, que tenía que viajar frecuentemente a Inglaterra por razones laborales. Le dio a conocer sus escritos al autor irlandés, que fue quien lo animó a seguir escribiendo y a publicar. Tal vez sin aquellas reuniones suyas en el "Stella Polare" no tendríamos ahora La conciencia de Zeno, que es una de las cumbres novelísticas del siglo XX, o sus cuentos, que también lo son.
Lugar de encuentros y reencuentros, los cafés. Parte fundamental de una ciudad, se respira en ellos la vida de una ciudad más que en sus catedrales y y palacios.
Cuando los cafés de una ciudad desaparecen, es que se ha abierto un agujero negro en ella.
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