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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

RESPIRAR II

Vuelvo a traducir aquí un poema de Eli. Es el mismo que hoy aparece en su necrológica de un periódico allá en el norte más al norte de todos los nortes. El mismo que ya transcribí en este blog hace unos meses.

Eli firmaba como Elja en sus dos columnas semanales y era una mujer sabia.

Y bellísima.

El hombre puede llorar -eso puede hacer el hombre.

Llorar como un niño pequeño en el gran bosque del que nunca encontrará la salida.

Llorar porque no encontramos lo que deseamos,

y porque encontramos lo que deseábamos y que ya no era lo que deseábamos.

Llorar porque no seremos amados por aquellos a los amamos.

Llorar sobre las esperanzas de lo que amábamos.

Llorar por nuestra solitaria adolescencia, y por la juventud perdida, y por nuestra madurez en la que ya no reconocemos nuestros cuerpos.

Podemos llorar por el hijo que deseamos y nunca conseguimos, y podemos llorar por el hijo que sí tuvimos. Podemos llorar mucho por ellos.

Podemos llorar porque nunca fuimos lo que deseábamos ser, o porque sí lo conseguimos y ya no era aquéllo que habíamos soñado.

Podemos llorar por la vida cada vez que se dirige hacia nosotros, y por la vida no vivida,

y por todos los días de la vida que no hemos usado.

Pero de todo eso podemos también reír. Eso podemos hacer, sí.

También podemos reír.

Este poema lo leerán también hoy los ciudadanos de Trondheim, en Noruega, cuando lleguen a la última página de ADRESSAVISEN.

Porque siempre llegamos a la última página.

3 comentarios

Magda -

Este poema es una belleza, Ana. Habla de la vida en toda su realidad, con sus anhelos y esperanzas, sus tristezas y ausencias, así como de esas presencias que hacen que la vida sea digna de vivir...

Y vaya que sí, su autora era sabia, debió de tocar con su profunda sensibilidad la vida y el tiempo que le tocó vivir.

Lu -

Y es que, en nuestro espacio vital la risa y el llanto ocupan un mismo territorio sin perfiles, ni fronteras.

José María -

Estos días nos está dando a todos por la vena poética y melancólica. ¿Serán los últimos coletazos del invierno?