IMPRENTAS

Alfombra.
La primera vez que vi un telar
creí que era una linotipia.
Ayer J.T. me presentó a Luis Serrano, que trabajó en "Octavio y Félez", la imprenta de la que mi madre fue secretaria hasta 1959. Después, bastante después, cuando yo era niña, ella me llevaba de vez en cuando para visitar a sus antiguos compañeros. Salía del colegio por la tarde, que estaba en la calle Maestro Estremiana donde ahora hay otra escuela de las mismas reverendas madres.
Jugábamos en el parque Pignatelli y allí me daba la merienda. Yo tenía 4, 5, 6 y 7 años por aquel entonces, y a mis ojos aún no se les caían los párpados como ahora.
Después bajábamos el Paseo de Cuéllar hasta la imprenta. Para acceder a la oficina había que bajar tres o cuatro escalones. Para mí era como llegar a la cueva de Alí Babá: máquinas de escribir, teléfonos, unos señores con bigote estrecho, traje pulido y camisas muy planchadas. Siempre me daban alguna libretita para que escribiera, y hasta hojas de colores. Y calendarios: hojas con números en las que se podía ver al tiempo pasar.
Al rato, descendíamos a la imprenta. Había una escalera estrecha y muy larga. Supongo ahora que no lo era tanto, pero dado mi tamaño de entonces me parecía enorme. Una puerta al final de la escalinata daba al taller, que también se me antojaba inmenso.
Allí estaba la verdadera cueva de Alí Babá, con todos sus tesoros: gigantescas máquinas negras y grises que se movían al son rítmico de la mecánica. Papeles que salían cortados con el mismo tamaño. Hojas blancas con tinta formando letras. Letras de las que nacían las frases. Frases de las que nacían los libros.
Y el olor a tinta a mi alrededor.
Aquellas máquinas danzantes se llamaban linotipias, y la primera vez que escuché la palabra lipotimia creí que alguien se había equivocado. Eran como los gigantes de Don Quijote, que movían sus aspas-brazos y de ellos surgían páginas y páginas de libros, de carteles, de agendas, de programas de fiestas.
En blanco y negro y en color.
Creo que desde entonces supe que había magia en el nacimiento de un libro.
Y música.
Y perfume.
Y la suavidad acariciante de las hojas cuando pasan rápidas entre los dedos.
Y colores.
Y sabores.
Porque hay libros que nacen para ser devorados.
NOTA: En el blog de LU, "apiedeaula...", enlazado a vuestra derecha hay un vídeo sobre Cernuda, que yo no he podido incluir aquí hoy porque a este ordenador le faltan programas para hacer malabarismos.¡!
6 comentarios
PATRICIA CACERES -
Patricia Cáceres A.
Nerea -
La imprenta es como el taller de Santa Claus.
Nicolás -
Magda -
Fui a ver el video, es precioso, me gusta mucho Cernuda, asi que lo disfruté a todo lo que dio.
Muchos saludos para ti, y celebro con alegría estar en tan bonita casa.
Javier -
El primer cambio, en los últimos 70, arrasó con una buena parte de empresas.
El segundo, en la actualidad, dejará también en el dique seco a quienes no puedan (), o no sepan adaptarse a las nuevas tecnologías.
La informática y la electrónica se van haciendo cada vez más necesarias en un sector que ya es más, gráficas, que artes.
Estás en lo cierto Ana, la escalera era demasiado larga.
Anónimo -