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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

MONJAS II

Aquel colegio en que pasé mis cuatro primeros años escolares amenazó ruina y lo tiraron. No fue una experiencia traumática. Más bien placentera: debió de ser porque las monjas nos regalaron algunos libros que aún conservo y un crucifijo que en algún momento guardó una reliquia de San Vicente de Paúl.

Me dio pena por la capilla: todos los meses de mayo llevábamos flores a María y cantábamos una canción que decía: "con flores a porfía, que madre nuestra es". Nunca supe a ciencia cierta lo que quería decir eso de "porfía", pero durante mucho tiempo estuve convencida de que se trataba de una señora parecida a María, igual de madre e igual de virgen.

Debe de ser que la concordia, la solidaridad, la justicia consiste, entre otras cosas, en eso: en repetir palabras sin saber lo que se dice, en castigar a niñitas de cinco y seis años a estar de pie con la silla en la cabeza, o con la pesada mesa de madera si se castigaba a las dos pequeñas que compartían pupitre.

Eso sí, si nos sabíamos la lección o hacíamos algún servicio especial nos regalaban medallas y estampicas de la virgen.

¡Qué monas!

2 comentarios

carmen -

yo guardo un recuerdo triste de mi paso por el colegio de las Anas. Afortunadamente, a los 5 años me llevaron a la escuela nacional, una escuela a la que sólo acudían la gente más marginal. Allí me sentí a gusto, y aprendí a leer en seguida, en el colegio no hice nada, porque era muy pequeña, según decían. Cuando ya fui mayor, volví a encontrar en mi camino una teresiana, fue mi profesora de latín en Cou. Le debo algo: Me sirve de ejemplo de lo que nunca debe hacer un buen profesor

José María -

YO no estuve con las monjas sino con los frailes. Mi experiencia es paralela a la tuya, aunque a esa edad (4 años) empecé en el parvulario de Aliaga. La pena es que recuerdo poco de esos entrañables y difíciles años de mi infancia de finales de los años 50. Me ha encantado tu evocación