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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

CUERPOS

Mis compañeras de gimnasio están mucho más buenas que yo. Esta premisa inicial debería sumirme en la más absoluta desesperación, pero no. Una tiene ya una edad en la que acepta haber ganado alguna talla y haber perdido ritmo y flexibilidad.

Hubo un tiempo en que fui entrenadora de Gimnasia Rítmica. Un tiempo de seis años, que no está mal. Fue una de esas cosas que pasan en la vida y con las que no contabas: en clase de Educación Física siempre fui un desastre. Me venía la visita mensual de manera extraordinaria cada vez que tenía un examen en el que debía hacer el pino, saltar el potro y lindezas similares. Pasaron los años y llegué a COU, curso en el que no había Educación Física. Fue entonces cuando me apeteció hacer algo con mi cuerpo y empecé con la Rítmica. Me hice entrenadora. Se lo conté a mi antigua profe del cole y no paró de reír durante un buen rato, cuando por fin entendió que no le estaba tomando el pelo. Por supuesto no se lo podía creer.

Mis niñas eras preciosas, frágiles, delicadas, fuertes y duras al mismo tiempo. Eran como diamantes que se iban puliendo en cada clase hasta convertirse en gráciles criaturas danzantes, brillantes con decenas de fases.

Las niñas tenían unas piernas maravillosas después de muchas horas de trabajo en la barra. Pero yo nunca conseguí hacer una zancada en condiciones.
Después de casi veinte años (otra vez, como en el tango) vuelvo a trabajar mis brazos, mis piernas y otras partes de mi cuerpo que no nombre por pudor. No pretendo ser la más estupenda
de la clase; me conformo con sudar y recuperar parte de mi antigua cintura.

Casi nada.

3 comentarios

Jandro -

discrepo totalmente en la primera frase, te lo aseguro

Tillo -

pero si estas estupenda ana, no te hacen flata gimnasios reina

Javier -

¡Ánimo Ana!, la constancia será tu mejor aliada. Para mí quisiera yo... Saludos, J. :)