Friedrich
La otra noche no tenía nada nuevo que leer en la cabanna. Me puse a buscar y encontré una vieja revista cultural noruega en la mesilla. Con gran esfuerzo idiomático intento buscar algo que me interese y voilà que me topo con tres poemas de Alberti traducidos al noruego (los tres de SOBRE LOS ÁNGELES) y con un artículo sobre pintura noruega en la que se habla de Caspar David Friedrich.
Allí me entero de que Friedrich quedó olvidado en Alemania después de su muerte, y de que ningún museo de su país guardaba cuadro alguno de él. Parece ser que fue el investigador noruego Andreas Aubert el que lo descubrió a través de las cartas y de los diarios del pintor escandinavo J.C. Dahl (1766-1857), que había sido amigo y alumno del gran paisajista romántico. Aubert viajó a Dresde y a Berlín para escribir sobre Dahl y sus fuentes y se encontró con cuadros de Friedrich en la humedad de los sótanos del museo de Dresden y en algunas casas particulares. El investigador escribió sobre Caspar David en alemán un artículo, y fue a partir de ese momento, allá por 1890, cuando Friedrich empezó a ser reconocido en su país como un gran artista.
Hoy nadie tiene duda alguna de que Friedrich es uno de los grandes, y probablemente el más grande entre los pintores románticos. Nadie como él ha sabido pintar la soledad del hombre ante el mundo, en la montanna, en el crepúsculo, en la niebla, ante el mar embravecido. Nadie como él ha intuido la grandeza y la pequennez del ser humano en un mismo instante, en el mismo gesto de esos rostros que no vemos porque miran casi lo mismo que nosotros: ellos solo ven la naturaleza a su alrededor, pero nosotros vemos también su soledad, que es la nuestra.
Por eso Friedrich sigue haciéndonos temblar.
Porque nos ensenna nuestra propia sucesión de soledades.
Allí me entero de que Friedrich quedó olvidado en Alemania después de su muerte, y de que ningún museo de su país guardaba cuadro alguno de él. Parece ser que fue el investigador noruego Andreas Aubert el que lo descubrió a través de las cartas y de los diarios del pintor escandinavo J.C. Dahl (1766-1857), que había sido amigo y alumno del gran paisajista romántico. Aubert viajó a Dresde y a Berlín para escribir sobre Dahl y sus fuentes y se encontró con cuadros de Friedrich en la humedad de los sótanos del museo de Dresden y en algunas casas particulares. El investigador escribió sobre Caspar David en alemán un artículo, y fue a partir de ese momento, allá por 1890, cuando Friedrich empezó a ser reconocido en su país como un gran artista.
Hoy nadie tiene duda alguna de que Friedrich es uno de los grandes, y probablemente el más grande entre los pintores románticos. Nadie como él ha sabido pintar la soledad del hombre ante el mundo, en la montanna, en el crepúsculo, en la niebla, ante el mar embravecido. Nadie como él ha intuido la grandeza y la pequennez del ser humano en un mismo instante, en el mismo gesto de esos rostros que no vemos porque miran casi lo mismo que nosotros: ellos solo ven la naturaleza a su alrededor, pero nosotros vemos también su soledad, que es la nuestra.
Por eso Friedrich sigue haciéndonos temblar.
Porque nos ensenna nuestra propia sucesión de soledades.
2 comentarios
ana a. -
FELIZ CUMPLEANNOS, JUAN, por cierto.
Juan -