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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

Ventanas

Ventanas frente al mar, frente a la vida. Ortega y Gasset meditaba sobre el marco que perfila la realidad del cuadro; Mallarmée escribió un poema sobre las ventanas: un enfermo veía el color y la luz al otro lado, y era una esperanza hipócrita y contagiosa que contrastaba con su estado febril y transitorio a este lado de la ventana.

Las ventanas tienen eso: que muestran lo que hay al otro lado, lo que no siempre podemos alcanzar. Las ventanas tienen mucho de cuadro, y los cuadros tienen mucho de ventanas, o de sustitutos de ventanas. Recuerdo cuando vivía en Teruel, en la Residencia, y tuve que compartir módulo con una profesora de arte que se negó a que colgáramos cuadros en las paredes; decía que las ventanas abiertas al jardín ya eran suficiente decoración. Mis casas siempre han tenido las paredes cubiertas de cuadros. Supongo que es un caso de horror vacui, ese miedo al vacío que en el fondo es el miedo a estar solo con uno mismo, o una necesidad de ventanas, aunque sean de frágil papel. Ahora, me gusta mirar mi cuadro de Pedro Sanjurjo, una playa con restos de naufragio que son caracolas desde las que se escucha tal vez la atracción del abismo. O la foto que me regaló Juanjo, en la que una planta se mece al sol y al viento del océano canario. Son ventanas al mar. Si fueran espejos, Alicia se metería dentro y vería el mundo al revés; pero están hechas de papel y ni siquiera tu reflejo se puede introducir en ellas. Las miras pero no te asomas a sus aguas, que no te ahogan pero que tampoco te acarician.

Paso un pequeño rato, siempre demasiado corto, con Carmen, que ha venido desde Alcañiz. Nuestros encuentros ahora son fugaces, en la sala de visitas del dentista o a la espera de algún autobús. Vivimos juntas un par de años en Teruel; allí comenzamos ambas a dar clase y compartimos los mismos alumnos (algunos siguen haciendo magia). Recuerdo muchas tardes confeccionando manualmente aquella revista del instituto llamada "Chobenalla", de la que aún guardo algún dibujo original; recuerdo los días en la Residencia, y las noches de largas conversaciones escuchando viejas cintas de música que también eran ventanas, y veladas cantando "Alfonsina y el mar", guitarra en mano. Recuerdo tantas y tantas confidencias de sueños que resultaron imposibles, y de otros que se convirtieron en pesadillas. Ayer hablábamos del tiempo que pasa y de las eventualidades de haber nacido antes o después. Pero es que, Carmen, es el tiempo el que determina lo que somos. Nada habría sido igual, antes o después.

Ni siquiera todas las ventanas que cerramos cada año, cada día, aunque nos gustaría abrirlas de par en par.

1 comentario

Ricardo -

En Teruel había, no a muchos metros, otra residencia. Desde la ventena de una de sus muchas habitaciones yo veía "Los Módulos", llamados así, supongo, porque eran eso: módulos. Seguramente un día en el mismo momento en que yo abría mi ventana para ver más allá, alguien, en Los Módulos abría la suya. En algún punto la brisas que las atravesaban se encontraron. Seguro. Me lo ha dicho el tiempo. Pienso, cuando vuelvo a abrir mi ventana de ahora en los millones de personas que harán lo mismo simultáneamente en todo el mundo. Ya ves, algo tan simple como abrir una ventana, sin connotaciones (o sí). Y pienso en cuantas brisas, suaves, salinas, frías, cálidas, feroces... se estarán encontrando en algún punto, digamos, ¿del universo?. Bacione!