PARSIFAL EN ONCOLOGÍA
Escuchamos estos días la ópera de Wagner, PARSIFAL. O la vemos. O pensamos en ella. En esa última composición del señor Richard.
Tal vez ninguna otra obra ha generado tanta literatura como esta. Tanto texto escrito, tanta interpretación. De todo tipo y condición.
No voy a entrar en analizar un texto cuyos matices desconozco: una de mis espinas clavadas es no hablar ni entender alemán. Pero oí un día a Agnes Baltsa decir que ni siquiera un germanohablante como su marido, podía entender partes del texto, que el propio Wagner escribió.
Sea como fuere, el joven Parsifal aparece en escena muy ufano después de matar a un cisne en el bosque sagrado del Santo Grial. Es inocente, puro, una bestia sin maldad y sin bondad. Un diamante en bruto. Conocer a Amfortas, que tiene una herida en un costado de la que brota sangre a la vista del cáliz, le hará conocer también el dolor. Empatiza con el doliente, con el que se sufre, y por eso se hace sabio.
"SAPIENTE POR COMPASIÓN", ese será Parsifal. El que conoce el dolor a través de la compasión. Pero entiéndase "compasión" a la manera etimológica, "padecer con", sufrir con", "sentir con". Esa empatía le hace sabio porque es capaz de conocer la realidad a través del dolor ajeno.
El bosque del Grial no está en ningún lugar fantástico, ni siquiera en los Pirineos, como en la ópera. Está allá donde seamos capaces de empatizar con el que sufre. Amfortas está por todos los lados.
Un paseo por la planta de Oncología de cualquier hospital, por ejemplo, es el bosque del Santo Grial. Allí, cualquiera, por muy inocente, ingenuo, puro, bruto, que sea, es capaz de convertirse en sabio, en "sapiente por compasión".
Por COM-PASIÓN.
Yo aprendo mucho cada vez que paseo por el hospital.
No es difícil.
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