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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

TÉ II

Nunca me ha gustado el café. Acaso su olor recién molido.

Tardé en descubrir el té de verdad. De niña me daban infusiones de té de monte cuando me dolía el estómago. Y no me gustaba nada. Durante años relacioné la palabra té con los brebajes verdosos de plantas también verdosas y flores amarillentas con problemas intestinales.

Años después, cuando vivía en Teruel descubrí el té de verdad. Fue con Helen, mi amiga de Escocia, con la cual compartí residencia durante un año. Y hoy compartimos amistad allende los mares. Ese mismo verano realicé mi primer viaje a la Gran Bretaña, sobre todo a Escocia: dos semanas de desayunos con cereales y de mucho té a todas las horas. En los veranos frescos y en las noches claras de Saint Andrews, las manos se calentaban con la taza de té humeante, junto a los ventanales victorianos del lugar donde vivíamos Helen, María José y yo. Desde el ventanal, veíamos el mar y la larga playa donde se rodó la escena inicial de una película oscarizada hace años: Carros de fuego. Una película muy hermosa con una banda sonora tan espectacular como la playa en la cual los protagonistas corren. Y corren. Y corren.

Nosotras no corríamos, la paseábamos y luego bebíamos té. Mucho té.

Del de verdad.

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