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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

PUENTES

PUENTES

Interior del Pabellón Puente

de la EXPO de Zaragoza, obra de

Zaha Hadid.

 

 

Los puentes unen.

A veces también separan.

Incluso salvan a uno del agua. Del agua dadora de vida...

El del río KWAI dio para mucho de sí: un tío mío tenía un loro y silbaba la música de la película. Lo hacía cuando estábamos en otra habitación, nunca delante de las visitas. Era tímido el puñetero loro.

Cuando volaron el puente de Mostar (en Bosnia-Herzegovina), volaron un símbolo de unión.

Ahora está restaurado, y es uno de los pocos edificios sin agujeros de metralla en la ciudad.

Me gustan los puentes de París. Todos.

Y los de Venecia, todos, especialmente los de metal, realizados durante la dominación austriaca. Me recuerdan una producción de LA GIOCONDA, de Lluis Pascual, con Carlo Guelfi en el papel de Barnaba. Me gusta sobre todo el puente del Campo del Guetto Nuovo.

Y el de Brooklin, y el de Triana, y el de la Torre de Londres.

Y un puente colgante en un rincón de la Liguria donde pasé momentos hermosos cuando era niña, y de donde vienen los primeros recuerdos de mi vida.

Y el Pabellón Puente de Zaragoza: un gladiolo por fuera, el vientre de una ballena por dentro. Me gusta caminar por sus entrañas, blancas, metálicas, llenas de pantallas, de gente, de reflejos.

Sobre todo de reflejos.

¡La vida es un puro reflejo tantas veces!

Menos mal.

 

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