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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

TELÉFONOS

TELÉFONOS

 

Una pared en Chelsea, Nueva York 

Llega a casa. La luz del contestador parpadea. Hay un mensaje. Al otro lado no escucha la voz deseada desde hace tanto tiempo. Una voz de anciana desconocida la llama Marisa y le pide ayuda.

Ella no se llama Marisa.

Sigue las instrucciones dictadas por una voz mecánica, y consigue después de varios asteriscos y varios "unos" hablar con la mujer de la voz desconocida.

Está en cama y debe levantarse para atender el teléfono.

A pesar del esfuerzo y de la fiebre, le da las gracias a la no-Marisa.

La no-Marisa cuelga el teléfono contenta. Ha hecho su buena obra del día. Ya puede dedicarse al dispendio y a la frivolidad. Ya ha sido buena durante unos segundos. No necesita más para sentirse a gusto consigo misma.

La anciana de la voz desconocida  vuelve a llamar por teléfono. Esta vez está segura: al otro lado responderá Marisa.

Pero al otro lado vuelve a contestarle una voz de alguien inexistente: "Deje su mensaje...", le dice.

Y repite su petición de ayuda: necesita pan, leche, un poco de fruta. Y Marisa deberá traer todo eso antes de la hora de la comida.

Pero Marisa no escuchará su mensaje.

Permanecerá dentro de un teléfono cuyos dueños se fueron a Cuba para pasar la Semana Santa y aún no han vuelto.

 

 

2 comentarios

Fernando -

la soledad es un enemigo a veces...en los ancianos su peor enemigo..besos dulces ..deseaba tu regreso...

Juan Antonio -

Sobrecogedor, Ana, emocionante.