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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

VINCI

VINCI

Vista del Castello Sforza, allí Leonardo da Vinci 

fue maestro de cocinas y banquetes

durante treinta años. 

 

Leonardo no imaginó que allá por el siglo XXI su obra iba a despertar inquietudes, ansiedades y un interés tan inusitado. Bueno, no exactamente su obra, sino el marketing de un libro que lleva su apellido en el título. Como no lo he leído nada puedo decir de él. Tampoco he visto la película, de la que su protagonista sólo acierta a decir que es "entretenida".

Ocurre que si uno va a Milán y pretende ver el  famoso cuadro de la Cena de Cristo y sus apóstoles, no puede a no ser que solicite cita previa al menos un mes antes.

Ocurre que si uno visita en la misma ciudad el castillo Sforza, donde Leonardo fue maestro de cocina durante treinta años, la mayor densidad de población turística se la encuentra uno en una sala donde se exponen unos textos del gran Leonardo bajo el título "Da Vinci Codex". Casi nadie en la pinacoteca: se pueden ver tranquilamente las pinturas de Bellini, las vírgenes de los primitivos prerrenacentistas, incluso la Pietá Rondanini de Miguel Ángel en la sala de esculturas.

Pero a la salida de la pinacoteca, en el salón del Códex, decenas de personas intentando descifrar la letra zurda del maestro.

Algunos, bastantes, no sabían quién era Leonardo hace un año, o dos. Ahora viajan a Milán para ver a Cristo cenando al lado de una figura de la que siempre se dijo que era San  Juan, y de la que ahora se dice que a lo mejor no es San Juan, sino una dama, o cortesana, o meretriz, o hetaíra, o tal vez dulce y amante esposa.

El morbo sale de la telebasura para servirse hasta en el mundo del arte.

Y todo como si fuera una novedad en la historia. ¿Acaso la herejía cátara no decía algo de eso, me refiero a María Magdalena, al Santo Grial, etcétera? ¿Acaso otros best-sellers no habían ya tocado el tema sin que fuera motivo de tanto fervor turístico?

En fin, gracias a todo esto, se puede contemplar a Bellini con tranquilidad, y a Mantegna, y a Vincenzo Foppa, y a  Bernardino Luini, y a un montón de artistas más que no escribieron códices.

Pobre maestro Leonardo. Si le levantara la cabeza, daría más de un escobazo.

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