SEVILLA
Hay hombres seductores. Y mujeres. Y ciudades.
A mí Sevilla me seduce. Ya sé que es muy tópico esto que digo pero me da igual. Es así.
La primera vez fui con mis compañeros de la Facultad. Creo que todavía no había aprendido a mirar y a sentir como ahora.
La segunda vez volví con mi madre. Fuimos a una boda llena de color y de brillantes ajenos. Mis zapatos han conservado durante mucho tiempo albero del sarao. Más tiempo de lo que duraron juntos los novios. Lo pasamos bien. Al día siguiente paseamos por Triana, por la Macarena, de punta a punta. Luego nos dimos un paseo en coche de caballos: la Universidad, antigua fábrica de tabacos donde Carmen cantaba su habanera (siempre he deseado cantarla encima de una mesa con una falda con muchos volantes; es uno de mis deseos incumplidos); el Parque de María Luisa, con flores de un otoño que aún no lo era, con Bécquer y sus alegorías; la plaza de la Catedral, con sus naranjos.
Sevilla huele a azahares. También es un tópico. Y también me da igual. Me gusta respirarlos: me parece que se meten dentro de mí. Me gusta sentarme casi de noche en uno de los bancos de la plaza, debajo de un narajo con las flores abiertas, mirar hacia arriba, aspirarlo, y ver la torre de la Giralda recortada en un cielo que poco a poco va dejando de ser azul.
Me gusta. Sí.
3 comentarios
Borde -
Nerea -
Otra ciudad que enamora, Ana, es Toledo.
Besos!
Lu -