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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

Santoña

Damos un paseo por Berria antes de comer. El calor aprieta y la playa está llena. Junto a la orilla la brisa nos toca con frescura. Estamos Mercedes, Carmen, Maribel y yo. Cuatro mujeres medio vestidas que contrastamos con los biquinis y calzones de los bañistas. Llevamos los zapatos colgados de la mano y dejamos que el agua nos moje los pies, y las rodillas. El mar suena siempre embravecido en Berria. Nos sentamos en las rocas cercanas al cementerio; en ese momento entra un mensaje en mi móvil que me pregunta ¿cómo es el mar?. Le contesto que hoy está lleno de colores y que lo disfruto con cada sentido: lo escucho, lo miro, lo huelo, mis labios saben a la sal que me trae el viento, y me toca, llega hasta mí y me moja con su mano húmeda. El mar es siempre el mismo pero siempre es distinto, igual que nosotros, "los de entonces, [que] ya no somos los mismos". Me gusta mirar las olas cuando se hacen pequeñas, y oír sus diferentes sonidos hasta que se hace el silencio durante un instante y vuelve el rugido; y me parece que es como el león que se convierte en ratón en "El gato con botas".

Detrás del cementerio está el penal. Nadie aquí lo llama cárcel, ni prisión, es el penal. Aquí se suicidó aquel yerno de los marqueses de Urquijo; y aquí estuvo el poeta José Hierro. Dio una lectura de sus poemas una vez en mi instituto de Alcalá, y su voz nos sumergió en sus versos:" sin palabras, amigo, tendría que ser sin palabras como tú me entendieras". Hace pocos meses conocí en casa de María José a la cantautora cántabra Inés Fonseca que ha musicado poemas de Hierro, quien le regaló las pinturas que ilustran su libro-disco. Yo guardo dos libros de Pepe Hierro con los dibujos con que acompañaba sus dedicatorias. Sigue siendo uno de mis tesoros.

Comemos en casa de María José. Era la cantinera de mi instituto en Santoña y ha sido cocinera en París, como la Babette del festín de Karen Blixen. Casualmente, estoy leyendo UN ENCARGO DIFÍCIL de Pedro Zarraluki: una de las protagonistas es una cantinera en la isla de Cabrera que ofrece Champán de la Veuve Cliquot. Santoña es casi una isla y yo sólo he bebido ese champán en casa de María José. Nada es una casualidad y recuerdo una noche en su casa en la que leímos en voz alta EL FESTÍN DE BABETTE después de cenar.Los platos que prepara son piezas de arte y comértelos es comer un cuadro de colores y de sensaciones; es como saborear las estrellas. María José no es una incendiaria como Babette, ni trabajó en el Café Anglais; paseó a perros en París, cuidó de una niña de ojos luminosos que se llamaba Juliette Binoche y que ahora es actriz, y alguna que otra vez cocinó para Alain Delon en casa de Marlene Jaubert. Ahora cocina para sus amigas y cada bocado es una fiesta en la boca. Somos seis mujeres y todas tenemos nombres que empiezan por M: Mari, de la que fui compañera durante mis dos años en el entonces instituto de FP, ahora llamado "Las Marismas"; Mercedes, que condujo ida y vuelta a Zaragoza un tórrido día del peor mes de agosto de mi vida para darme un abrazo que podía haberla contagiado la virulenta varicela que yo sufría; Maribel, la hermana del pintor Pedro Sanjurjo, cuya casa huele a limones, a verbenas, a frambuesas, como ella; Mari Carmen, con la que compartí canciones, largas charlas en la playa, y con la que tricoté jerseys de lana mientras escuchábamos a Jordi Savall y el Cancionero de Palacio; y María José, que cuando cocina se viste de blanco, nos sirve el vino come il faut, y nos quiere con cada gesto y con cada palabra.

Por la tarde, mi antigua coral, la PORTUS VICTORIAE tiene un concierto en Castro Urdiales. Voy a oírlos. Han cambiado de director y de repertorio. Cuando yo cantaba con ellos, nos dirigía Esteban Sanz Vélez, que ahora dirige al coro de ópera del Palacio de Festivales de Santander. Entonces cantábamos canciones renacentistas europeas,y fragmentos de misas de Tomás Luis de Victoria; ahora cantan "Granada", "Eres tú", y "Cats", pero tienen más público. Echo de menos a Luis, a Isidoro y a Isabel, que ya no están. Y recuerdo que aprendimos "Ay, linda amiga" el mismo día en que murió mi amiga Concha; y que Isabel pidió que se la cantasen en su funeral: lo hicieron tanto como les dejó el nudo que se les puso a todos en la garganta. Yo me enteré tarde, como casi siempre, y no le pude cantar.

Me voy de Santoña con la sensación otra vez de que siempre me estoy marchando. Cada vez que vengo me pregunto por qué me fui; y me arrepiento; luego se me pasa. Pero ahí está este ir y venir constante, esta necesidad de volver, de no estar demasiado tiempo en ningún lugar.

Y me pregunto cuál es el significado exacto de volver. Volver, ¿a qué?, ¿a quién?, ¿a quiénes?

Y también pienso como el general Lowenheilm de EL FESTÍN DE BABETTE, después de la exquisita, inesperada y sofisticada cena francesa con Veuve Cliquot en una sobria casa de un pueblo del norte agreste y gélido de Noruega: "En este mundo tan hermoso, todo es posible".

También volver.

2 comentarios

Ricardo -

Como decía aquella canción de Llach, una ventana al mar. Leerte ha sido hoy como abrir una ventana al mar. Bacione!.

carlota -

Hola Ana!
Con tu descripción de Berria he podido sentir cómo las olas iban a morir a mis pies y ese olor a salitre que impregna ese fantástico rincón. Y todo eso estandoo en Madrid. Muchas gracias por ese regalo. Es justo lo que necesita en este momento.
Uno nunca sabbe lo que tiene hasta que lo pierde o se aleja. Quién me iba a decir que iba a añorar tanto esos paseos por el pasaje bajo las estrellas o esas escapadas a Berria cuando está desierta.
Yo necesito volver de vez en cuando. Volver para rescatar la inmensidad de sentimientos encontrados que vas dejando en cada rincón de cada lugar. Esos lugares que te roban un pedacito de tí por cada vivencia que te dan.
Ya tienes una incondicional más de este pequeño paraíso de letras. Un beso