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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

SALOMÉ

Hemos terminado la lectura de Salomé, de Oscar Wilde, en el Club de Lectura del instituto.

 Me sigue gustando más la traducción de Pere Gimferrer.

La versión de un poeta.

 

Os dejo unos versos de la parte final, en la que Salomé ha bailado para Herodes y, después de hacerle empeñar su palabra, le pide en bandeja de plata la cabeza de Iokanaán. Todo por un momento de placer y belleza. Aun a costa de la muerte ajena y de la propia.

 

No has querido dejarme besar tu boca, Iokanaán.

Pues bien, la besaré ahora. La morderé

con mis dientes como si fuera un fruto

maduro. Sí, besaré tu boca. Iokanaán.

¿Acaso no te lo dije? Ahora la besaré.

Pero, ¿por qué no me miras, Iokanaán?

Tus ojos, tan terribles, con aquel fulgor

de cólera y desprecio, están ahora cerrados.

¿Por qué están cerrados?¡Abre los ojos!

Alza tus párpados, Iokanaán.

¿Por qué no me miras?

¿Es que acaso me temes, Iokanaán?

Y tu lengua, que era como una serpiente

roja que destilara veneno, está ahora

inmóvil y muda, Iokanaán, está víbora roja

que vomitó sobre mí su veneno.

Es extraño, ¿verdad?¿Por qué está ahora

inmóvil la víbora roja? No has querido

saber nada de mí, Iokanaán. Mes has rechazado.

Me has dicho cosas infames. Me has tratado

como a una cortesana, como a una prostituta,

¡a mí, hija de Herodías, princesa de Judea!

Pues bien, Iokanaán, yo vivo aún, pero tú

has muerto y tu cabeza me pertenece.

Puedo hacer con ella lo que quiera.

Puedo arrojarla a los perros o hacer

que sirva de pasto a las aves. Las aves

devorarán lo que hayan dejado los perros...

¡Ah! ¡Iokanaán! Iokanaán, has sido el único

hombre a quien he amado. Todos los

demás hombres me repugnan. Pero

tú eras hermoso. Tu cuerpo era una

columna de marfil que se alzaba sobre

un zócalo de plata. Era un jardín poblado

de palomas y de lirios de plata.

Era una torre de de plata guarnecida

de escudos de marfil. Nada en el mundo

era tan blanco como tu cuerpo.

Nada en el mundo era tan negro como tus cabellos.

Nada en el mundo entero era tan rojo como tu boca.

Tu voz era un incensario que esparcía

extraños perfumes y cuando

te miraba oía una extraña música.

¿Por qué no me miraste, Iokanaán?

Ya veis, el horror en medio de la belleza. O la belleza en medio del horror.

Cuando Salomé fue estrenada en París por Sarah Bernhadt, Oscar Wilde estaba en la lóbrega y oscura cárcel de Reading. Nunca llegó a ver su obra representada sobre un escenario. Wilde vivió la belleza en el horror.

Y logró sobrevivir  al horror gracias a la belleza. Allí escribió De profundis.

Pero eso será para otro día.

 

3 comentarios

ana a. -

Las tardes sevillanas son hermosas, a pesar de todas las lluvias. Incluso sin Salomé,Juan Antonio. Nerea, cuando leas la obra entera, verás como es una belleza. Besicos.

Nerea -

No conocía el texto... me ha parecido precioso, intenso.
Un beso!

Juan Antonio -

Gracias, Ana, por el rato que me has hecho pasar en esta lluviosa tarde sevillana.