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AL ESTE DEL CANAL, blog de ANA ALCOLEA

BUENA SUERTE

 

Tengo mucha suerte para muchas cosas. Para otras no.

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Hace unos días, paseaba por las Ramblas, en Barcelona. En el Liceu, la representación de EL ORO DEL RHIN de Wagner, ya saben, la primera de la Tetralogía de EL ANILLO DEL NIBELUNGO. Eran las 7 de la tarde. Empezaba a las 8.

Entré en la taquilla. Cogí el número. Me llegó el turno. Pregunté si quedaba alguna entrada no muy cara para esa misma tarde.

Quedaba una. Arriba, lateral, visión reducida. Desde mi asiento, sin zoom hice la fotografía. O sea, que muy arriba.

Pero yo ya sabía que la visión reducida del Liceu es visión casi completa. Así que la compré. Entré y disfruté de Wagner. De la música, de las voces, de una escenografía moderna pero sin estridencias de tiránico director de escena. Correcta, elegante, acertadísima, en mi modesta opinión de aficionada disfrutadora, ni experta ni crítica.

La última vez que estuve en el Teatro Real de Madrid me puse enferma. Literalmente, me dio una bajada de defensas: sobre el escenario, proyecciones de una operación de hígado en medio de un decorado que simulaba una extraña fábrica. No nombraré al director de escena, de cuyo nombre me acuerdo perfectamente. Ni la ópera ni a su compositor, cuyos nombres también recuerdo perfectamente. Temo que si los nombro, me vuelvan a bajar las defensas y coja el primer virus que pase a mi lado. Y voy a intentar que eso no ocurra.

Prefiero a Verdi, a Wagner, a Puccini, a Mozart, a Massenet, a Giordano, a Bellini, a Donizzetti, a Gounod y a un largo etcétera.

Y de vez en cuando tengo la buena suerte de encontrar una entrada, la única que queda a un precio razonable para mi bolsillo de escritora sin sueldo fijo, en algunos de los lugares a los que voy.

Bien.

No nos quejaremos...

 

ROSAS Y MADRES

 

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Estas rosas no son del jardín de la reina de Arabia, como en la Salomé, de Óscar Wilde (les pongo las tildes, a pesar del inglés)

Son del último rosal que plantó mi madre.

Las rosas son efímeras. Los rosales no.

Las personas lo somos. El recuerdo no.

Hoy es el Día de la Madre. Hace ocho años que no lo celebro. Hace cuatro que lo celebro aún menos.

Las rosas que siguen saliendo en el viejo rosal son el ejemplo de que hay cosas que permanecen a pesar del tiempo.

La suavidad de los pétalos, la suavidad de sus mejillas en mis dedos. El olor de sus perfumes, de su ropa, de su pelo. Su mirada fresca, directa, demasiado directa a veces. Su sonrisa.

Su voz.

Hace unos meses, me regalaron una grabación con su voz. La hicimos en uno de aquellos magnetófonos de cinta marrón. Alguien la ha hecho grabar en un CD. No la he escuchado. Tengo su voz en mi memoria. No quiero que me la reproduzca ningún aparato eléctrico. Suena  a mis oídos su voz, cuando hablaba, cuando cantaba.

Mi madre cantaba muy bien.

Y yo aún tengo sus rosas.

Las rosas de su jardín.

Que no era el jardín de ninguna reina.

 

 

REAL ACADEMIA

 

Una de las profesoras que compartimos los escritores de la cosecha del 62, de la que escribí ayer, fue AURORA EGIDO.

Especialista en Literatura del Siglo de Oro.

Recuerdo sus clases, su voz, sus palabras. Nadie como ella nos habló  de la ficción y la realidad en El Quijote. Ese fue uno de los temas del examen:

1.- Ficción y realidad en El Quijote.

2.- Algo de Calderón, que no recuerdo.

3.- El comentario de un soneto de Góngora, quizás: "Mientras por competir con tu cabello..."

El tema sobre el que investigué: "El peregrino en su patria, de Lope de Vega". Con él aprendí el significado del viaje como conocimiento, como peregrinación, como camino de perfección. Un tema recurrente en mis novelas.

Yo no podría escribir lo que escribo sin las clases que recibí de Aurora. En mis novelas me gusta también jugar con la realidad y la ficción, incluir personajes de otras novelas, incluso lectores que reconocen a personajes de las obras que han leído. Como hizo Cervantes. Y como nos explicó Aurora.

 

Ahora, la doctora AURORA EGIDO es candidata para ocupar un sillón vacante en la Real Academia Española de la Lengua.

Yo me digo: "ya era hora". Hace tiempo que debería haber ocupado un sillón en esa institución que he visitado varias veces. He acudido en algunas ocasiones a tomas de posesión de académicos y siempre la he echado de menos.

Igual que nadie puede "competir con su cabello", como en el poema de Góngora, esa melena rojiza por la que "el sol relumbra en vano", creo que nadie tampoco puede competir con la doctora Egido para ocupar esa vacante de la RAE.

AURORA EGIDO no solo es una experta filóloga. También es una gran PROFESORA, y de ella hemos aprendido muchos, mucho de lo que sabemos.

Sin sus clases, muchas cosas habrían sido muy diferentes.

Gracias.

 

BAJO EL LEÓN DE SAN MARCOS

 

Me dice uno de mis libreros favoritos, César, de Librería París, de Zaragoza, que muchos lectores míos desconocen la existencia de este libro, el único que tengo publicado fuera de una colección juvenil.

No me creo yo mucho las distinciones de edad en la literatura, como sabéis muchos, pero esta novela no fue escrita pensando en un público joven.

Disfruté mucho escribiéndola, investigando en Venecia sobre la época histórica y los personajes en los que se basa parte de la historia: la reina de Chipre, Armenia y Jerusalén, Caterina Cornaro, veneciana.

Me comenta César que sigue vendiendo mucho esta novela mía de 2009, que a mí tanto me gusta y de la que casi nunca hablo, ni escribo.

Una novela que tuvo presentadores excepcionales en Sevilla, Juan Antonio González Romano, en Madrid, Fernando Marías, y en Zaragoza, Mauricio Wiesenthal.

Con Mauricio Wisenthal en la presentación de Zaragoza, en 2009.

 

 

Mi novela más veneciana. Quizás, mi novela más mía.

Gracias, César, por hablarme de ella.

Y por recordarme que sigue viva.

 

 

ESCRITORES, COSECHA DEL 62

 

En este enlace encontraréis la información sobre la campaña de la Diputación Provincial de Zaragoza para llevar escritores a Bibliotecas de la pronvincia.

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/escenarios/la-dpz-llevara-a-138-bibliotecas-su-campana-de-animacion-a-lectura-_851186.html

 

En la foto, flanqueada por Miguel Mena y Bizén Fuster, con  Cristina Grande y José María Moreno.

De los 10 escritores participantes en la campaña de esta primavera, ocurre que 4 pertenecemos a la cosecha del 62, y compartimos promoción en la Facultad de Letras de Zaragoza, en Filología. Compartimos buenos, magníficos profesores.

Los cuatro somos: Cristina Grande, Javier Sebastián, Manuel Vilas y yo misma. Después de tantos años, me encanta compartir foto con Cristina y programa con Javier y con Manuel.

Veo que la foto no sale bien en el blog: solo sale la mitad de Cristina, y desaparece José María Moreno. Como no soy capaz de reducirla, pido excusas.

Ver ana alcolea.jpg en presentaciónBueno, me la acaban de  mandar reducida, se nos vemos, pero se nos ve a todos. Gracias...

SOL, HOJAS, ÁRBOLES

Por fin vuelve a salir el sol.

No sé si en general, pero hoy, 1º de mayo, ha salido.

Los árboles que veo desde mi ventana están más verdes que nunca. S recortan en el azul, el gris, el blanco, del cielo. Cada día veo crecer las hojas.

Me gusta la idea de ver crecer las hojas de los árboles.

Lo mismo le pasa a mi bonsái. Sigue creciendo y me parece que no lo voy a cortar. A lo mejor deja de ser un bonsái si no lo corto.

A lo mejor sigue creciendo y llega hasta el techo.

O hasta el cielo, y se recorta en él como los árboles que hay al otro lado de la ventana.

Porque al otro lado de la ventana siempre hay algo que nos acerca a nosotros mismos.

Al menos, a una parte de nosotros mismos.

 

DOMINGOS Y LAVADORAS BIS

Vuelve a ser domingo. Inexorablemente, siempre vuelve a ser domingo.

Y en lugar de dedicarlo a la meditación, a la renovación espiritual y mental, como debería ser, aquí estoy, con el pelo enfundado en la toalla, después de un tinte rápido y mal puesto, después de una ducha un poco más lenta que la de los demás días, después de poner la primera lavadora del día.

Como llueve, y no tengo sitio para más, no pondré la segunda lavadora. Algunos de mis vecinos tienen tendederos que dan a la calle, como si estuviéramos en el casco antiguo de Nápoles, pongamos por caso. Allí quedan bien, igual que los altares con un pelo de Maradona, y los coches haciendo sonar la bocina si te paras en un semáforo rojo.

Pero aquí no, aquí no quedan  bien muchas cosas, aunque ya nos estemos acostumbrando a ellas.

Así que ahora me secaré el pelo, me sentaré un rato a leer el nuevo libro de Mauricio Wiesenthal que tanto me hace disfrutar siempre. Me pondré el nuevo disco de Jonas Kaufmann con los lieder a Matilde Wesendonck de Wagner. Y luego haré la comida mientras sigue lloviendo ahí fuera.

Llueve, hace frío, no se seca la ropa, el pelo se riza más de la cuenta, no puedo salir a pasear.

Pero siempre me quedará mi sofá.

Mi sofá para una mañana de domingo en la que no hemos comprado los periódicos.

Hoy no leeré el artículo de Javier Marías con el que empiezo siempre mis lecturas dominicales. Lo echaré de menos, pero lo he cambiado por ocultar mis canas.

No sé si me lo perdonaré.

 

TANATORIOS Y CEMENTERIOS

Hay tanatorios, cementerios... en cada lugar.

Algunos son de cemento, como su nombre moderno indica. Me gusta más el nombre de Campo Santo, camposanto, más acorde a su historia, a su realidad.

No me gustan los nichos, esa mala costumbre arraigada en algunos países mediterráneos, como el nuestro. Prefiero la tierra, al fin y al cabo se vuelve a la madre tierra. O si nos convertimos en cenizas, volvemos al aire, o al agua, o a la tierra, siempre al fuego. A los elementos. No estamos dentro de un nicho rodeados de cemento. Ahí no vamos a ningún lado. El que los inventó no entendió nada.

Ni de la vida. Ni de la muerte.

Algunos mezclan todo. Como el de Alcalá de Henares, donde estuve ayer para despedirme de mi amiga.

Es un lugar tranquilo, con poco cemento y mucho jardín.

No es mal sitio para descansar.

No es mal sitio para despedidas.

No es mal sitio para las lágrimas.

DOMINGOS Y LAVADORAS

Un domingo sin periódico porque me ha dado una pereza atroz salir de casa.

Sentarme un rato en la terraza, tomar el sol mientras se seca mi pelo al aire.

Mientras se lava la ropa en la lavadora porque el sitio que yo ocupo cuando tomo el sol, lo ocupa después la ropa para hacer lo mismo y secarse.

Pasarme el resto de la mañana haciendo comidas, que huelen bien pero que seguramente no estarán tan buenas como aparentan. Porque no soy buena cocinera.

Sentarme ante este ordenador y contestar mis correos.

Al otro lado de las ventanas, los árboles han vuelto a verdear. Las hojas vuelven a crecer. El domingo pasado, el árbol que veo cuando salgo a tomar el sol, o a tender la ropa, estaba desnudo. Pensé que estaba muerto.

Pero no, 7 días después, está lleno de hojas. Pequeñas, muy vivas.

Como en el poema de don Antonio Machado.

La ropa tendida se mece al ritmo del viento, protegida por las ramas de ese árbol.

Cuando a mi abuela, que vivió 103 años, le pregunté cuál era el mejor invento que había experimentado, ella siempre decía lo mismo: la lavadora.

Infinitamente más útil que muchos artilugios que ahora nos parecen indispensables.

Como este desde el que escribo. O como el otro desde el que hablo por teléfono, hago fotos, leo el correo y leo el periódico si me da la gana.

Artilugios que  nos esclavizan. Aunque nos parezca todo lo contrario.

Artilugios que nos liberan. Aunque no nos lo parezca. La lavadora, claro.

 

 

VALLADOLID

 

Seguir la ruta de EL HEREJE, la novela de Miguel Delibes.

Dar un paseo con una compañera de estudios reencontrada después de tantos años.

Conocer rincones nuevos de una ciudad llena de historia.

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Disfrutar de sus tapas.

Pasear por el Campo Grande y ver los juegos de seducción de los pavos reales.

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Los cien ojos de Argos desplegados para seducir.

Dormir a pocos centímetros de la casa natal de Miguel Delibes.

La segunda vez que fui a Valladolid lo vi. Hace muchos años. Antes de que yo escribiera ninguna novela. Él paseaba por Recoletos y yo acababa de aparcar el coche. Iba a preguntar una dirección a un señor que caminaba con las manos en los bolsillos y vestía ropa oscura. De repente me di cuenta de que era él, Delibes, el escritor. Lo miré, pero no le pregunté nada. No interrumpí su paseo.

No recuerdo si le pregunté a otra persona la dirección que buscaba.

Probablemente no.

Ya no me hacía falta. Acababa de llegar a Valladolid y había visto a Miguel Delibes.

¿Qué más quería?

 

FIRMAR LIBROS II

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Firmar libros después de una entrevista para CONOCER AL AUTOR. Firmar ejemplares de NAPOLEÓN PUEDE ESPERAR, la novela que está ambientada en mi barrio, en los lugares que me rodean cuando escribo estas lineas.

Firmar con mi lápiz de colores, el que compré hace años en Caixa Fórum, y cuyas minas encuentro en Barcelona y en Zaragoza. Llevar un viejo collar de madera que apareció en una caja que mi madre recibió con antiguos objetos que le servirían de juguetes en aquellos años de la posguerra civil. Uno de esos collares con los que alguien, alguna desconocida, bailaría el charlestón en algún cabaret ya desaparecido de la ciudad.

Llevar al cuello un pañuelo de seda azul con flores alpinas, edelweis, que una amiga me regaló hace años, y que venía de Suiza. Mi amiga y el pañuelo. Firmar con las uñas más rojas de lo habitual y los ojos más pintados de lo habitual porque ese día iba a grabar un vídeo.

Sonreír mientras firmo el libro, porque siempre es un regalo firmar un libro.

Y escribirlo.

Hace semanas que no escribo en mi nueva novela.

Tal vez mañana.

Mañana.

En un tren. Me gusta escribir en el tren.

Aunque para coger el tren haya que pasar un rato en la estación Delicias de Zaragoza. Algo que me pone de mal humor durante bastante rato.

FIRMAR LIBROS

 

Hace muchos años, un escritor me firmó un libro. Tenía yo 12 años, y Dominique Lapierre vino a Zaragoza.

Bajé a Galerías Preciados con mi madre. Compramos el libro. Él me lo firmó, me lo dedicó, y me dio la mano.

Fue un momento lleno de magia. Lo recuerdo así.

Yo era una niña de barrio obrero de 1974. En aquel tiempo, pocos escritores venían a la ciudad, y menos aún, franceses, extranjeros.

Y aquel escritor, tan guapo, tan famoso, tan elegante y tan francés, me dio la mano a mí, chica del barrio de Torrero.

En aquel momento, pensé que yo también querría ser como él. Que un día alguien me pidiera que le dedicara un libro mío.

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En el Colegio Santa María de los Apóstoles de Jaén, firmando libros a jóvenes y encantadores lectores. Muchas gracias...

Pero lo pensé como se piensan cosas dentro del reino de la fantasía. Como algo irreal, soñado, deseado. Pero imposible. 

Pero hay veces que los sueños se hacen realidad. Aunque parezcan imposibles.

En aquel tiempo, yo pensaba que los escritores eran seres ideales, que no tenían ni carne ni hueso, solo historias en la cabeza y unos pies que paseaban por alfombras rojas. O un traje elegante, en verde, con coderas de cuero, como recuerdo el de Dominique Lapierre.

Él, que nunca sabrá de mi existencia.

Ah, los queridos desconocidos.

 Esos que no saben lo que pueden hacer con nosotros, a través de un gesto suyo.

Una palabra suya bastará para...

 

PARSIFAL Y ... II

Reconocer a una de mis pequeñas alumnas de Gimnasia Rítmica de hace 30 años en una de las enfermeras que habitan el bosque del Grial.

 

Porque en el bosque del Grial no hay solo caballeros. También hay muchachas en flor que no cuidan de Klingsor, sino de Amfortas.

 

Porque los dolientes, los sufrientes son descendientes de Amfortas. No de Klingsor, que se lo pasaba muy bien con sus muchachas en flor, y esclavizando a la enigmática Kundry.

Hace años, estuve en Ravello, en la costa Amalfitana, cerca de Salerno, cerca de Nápoles. Allí compuso Wagner el segundo acto de Parsifal.

Había flores, muchas flores. Y una villa que terminaba en un acantilado que daba a un mar azul, que también florecía a lo lejos, muy abajo, tan abajo que parecía un fiordo noruego, pero el mar Mediterráneo. Más azul, más quieto y casi más hermoso que en ningún otro lugar. Allí creó Wagner el jardín de Klingsor.

 

Para los caballeros del Grial imaginó montañas inaccesibles, una cama incómoda para Amfortas, una copa de elixir milagroso, capaz de curar sus heridas. Y la presencia del sapiente por compasión, capaz también de curar.

A veces las muchachas en flor se mezclan con los caballeros, dan el caliz de salvación en forma de gotero que entra por las venas y llega, milagrosamente, a donde tiene que llegar.

Y lo hace de tal manera que los números terribles descienden.

Y descienden.

Y descienden tanto como la mirada de alguien que estuviera en el jardín de Ravello y quisiera mirar el mar.

A mí me daba vértigo.

A mí me da vértigo.

 

PARSIFAL EN ONCOLOGÍA

Escuchamos estos días la ópera de Wagner, PARSIFAL. O la vemos. O pensamos en ella. En esa última composición del señor Richard.

Tal vez ninguna otra obra ha generado tanta literatura como esta. Tanto texto escrito, tanta interpretación. De todo tipo y condición.

No voy a entrar en analizar un texto cuyos matices desconozco: una de mis espinas clavadas es no hablar ni entender alemán. Pero oí un día a Agnes Baltsa decir que ni siquiera un germanohablante como su marido, podía entender partes del texto, que el propio Wagner escribió.

Sea como fuere, el joven Parsifal aparece en escena muy ufano después de matar a un cisne en el bosque sagrado del Santo Grial. Es inocente, puro, una bestia sin maldad y sin bondad. Un diamante en bruto. Conocer a Amfortas, que tiene una herida en un costado de la que brota sangre a la vista del cáliz, le hará conocer también el dolor. Empatiza con el doliente, con el que se sufre, y por eso se hace sabio.

"SAPIENTE POR COMPASIÓN", ese será Parsifal. El que conoce el dolor a través de la compasión. Pero entiéndase "compasión" a la manera etimológica, "padecer con", sufrir con", "sentir con". Esa empatía le hace sabio porque es capaz de conocer la realidad a través del dolor ajeno.

El bosque del Grial no está en ningún lugar fantástico, ni siquiera en los Pirineos, como en la ópera. Está allá donde seamos capaces de empatizar con el que sufre. Amfortas está por todos los lados.

Un paseo por la planta de Oncología de cualquier hospital, por ejemplo, es el bosque del Santo Grial. Allí, cualquiera, por muy inocente, ingenuo, puro, bruto, que sea, es capaz de convertirse en sabio, en "sapiente por compasión".

 Por COM-PASIÓN.

Yo aprendo mucho cada vez que paseo por el hospital.

No es difícil.

 

 

PUENTES III

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No creo que nunca muera el libro de papel.

Deseo que nunca muera el libro de papel.

Podría repetirlo así hasta la eternidad.

El libro de papel alumbra por sí mismo.

No necesita de pantallas luminosas para dar luz.

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En la Cafetería "La casa del guarda" de Huelva, han ideado estas pantallas con libros antiguos. Y con restos de libros antiguos. Tienen un té muy rico.

Así ha sido siempre.

Las palabras dan luz.

El negro sobre blanco da luz.

Y a mí me gusta que siga siendo así.

Me gusta sentarme con un libro de verdad y leer.

No me gusta estar rodeada de libros electrónicos en el tren.

Parece que el ser humano actual necesita aparatos para protegerse de sí mismo, de su aburrimiento esencial. De su vida.

Necesitamos extremidades tecnológicas que se nos hacen tan necesarias como las extremidades de carne y de hueso.

Necesitamos extremidades que son pantallas.

Pantallas que traen el mundo a nuestras manos.

Pantallas que nos llevan al mundo.

El mundo, ese gran ojo que todo lo ve.

¡Qué miedo, madre mía!

PUENTES II

Hay otros puentes que cruzan canales. En Venecia hay muchos.

Decenas.

Cientos.

O más.

En mi canal no hay tantos.

Uno de los más antiguos está cerca de mi casa.

Cuando yo era pequeña, era de color naranja. Al menos yo lo recordaba así.

Pero ahora es verde. De metal. Como la Torre Eiffel. Como el Puente de Hierro.

Pero en pequeño. Discreto. Cruza apenas tres metros de canal.

Me gusta pasar a su lado.

Y recordar cuando me daba miedo pasar a su lado.

Entonces era muy pequeña y donde ahora hay un parque, antes no había un parque.

Y a mí me daba miedo acercarme al puente.

Ahora no.

Ahora me dan miedo otras cosas.

Cosas que no están a la otra orilla.

Cosas que no están en ninguna orilla.

 

 

PUENTES

 

Los puentes tienen líneas, uniones.

Unen dos orillas.

También las separan.

Lo que a veces une, otras veces separa.

El mismo puente.

Las mismas orillas.

El mismo río.

 

 

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Puente del V Centenario en Sevilla, alias Puente de San Paquito, por lo de San Francisco, pero en pequeño.

 

Son las nubes las que cambian.

A veces son nimbos, cerros...

A veces traen tormentas. Lluvia.

Nieve.

Destrucción.

Vida.

Del mismo lugar, viene la muerte y la vida.

Tiene tela...

 

MIS QUERIDOS DESCONOCIDOS III

Y además, he recibido unos regalos deliciosos de los niños del C.P. Las Anejas de Teruel.

Pared con pared con este colegio, viví 3 años, durante mi primer destino en Teruel como profesora.

Eso no los saben los alumnos del cole, los mismos que han leído un libro mío.

Un libro mío que en aquellos años, no pensaba que fuera a escribir.

Paseé muchas veces junto a la verja de ese colegio.

La vida da muchas vueltas, y te hace regalos que vienen de lugares que han sido tan cercanos a una...

Mil gracias, chicos, por vuestros dibujos, los comentarios, el medallón perdido..., el medallón en forma de leopardo que no sé con qué está hecho... Tengo mis sospechas, pero no estoy segura. Espero veros muy pronto y que me contéis el secreto.

Un abrazo.

Ahí abajo tenéis el enlace con la página del colegio en la que aparecen los trabajos de los alumnos sobre EL MEDALLÓN PERDIDO.

Ese libro mío que es tan querido para mí...

 

 http://tercercicloanejas.blogspot.com.es/

MIS QUERIDOS DESCONOCIDOS II

Anoche me quedé sin palabras cuando leí lo que ha escrito este profesor "en pie de lengua", sobre las actividades acerca de mi novela EL MEDALLÓN PERDIDO, con sus alumnos.

 

http://profenpiedelengua.blogspot.com.es/2013/03/el-medallon-recuperado.html?spref=tw

 

Aún sigo sin palabras. Solo puedo decir GRACIAS por este regalo de color, de arcoiris, a un día lleno de momentos grises.

Me encanta el nombre del blog "EN PIE DE LENGUA".

Porque las palabras tienen poder. Más que las balas. Más que casi todo.

Las palabras evocan, sugieren, provocan muchos estados.

Las vuestras ayer fueron un regalo muy hermoso.

MUCHAS GRACIAS, profesor "en pie de lengua". Por mí, por ti, pero sobre todo por los que tienen la suerte de ser alumnos tuyos.

 

 

MIS QUERIDOS DESCONOCIDOS

Hay días cuya paleta está hecha de grises.

Muy grises.

Demasiado grises, a veces.

Pero en esos días grises, a veces pasan cosas que las llenan de color. Y a veces son los desconocidos los que hacen posibles esos colores.

 

 

 

Por ejemplo, hoy que es un día que ha empezado muy gris, pero en el que han pasado cosas llenas de colores:

 

  1. He visitado el instituto de mi barrio, el IES José Manuel Blecua, que lleva el nombre del admirado sabio y profesor: los alumnos, algunos de ellos vecinos míos, habían leído EL RETRATO DE CARLOTA.
  2. He recibido una preciosa carta de un lector de DONDE APRENDEN A VOLAR LAS GAVIOTAS, que contestaré y enviaré por correo postal, como a mí me gusta.
  3. He recibido unos regalos encantadores de los niños del colegio LAS ANEJAS, de Teruel: yo viví tres años en la residencia que hay a su lado. Os contestaré enseguida para daros las gracias personalmente. De verdad que son deliciosos y delicados.  Espero que nos veamos pronto.
  4. He recibido vía tweeter, esta entrevista maravillosa (la dejo en el enlace de abajo) a través de ENPIEDELENGUA2.BLOGSPOT.COM: los alumnos de 1º de ESO han entrevistado a los personajes de EL MEDALLÓN PERDIDO. ¡¡¡ME ENCANTA!!! ¡¡¡ME ENCANTA!!! ¡¡¡ME ENCANTA!!! Es una pasada. Ahí podréis escuchar una continuación de la novela, los pensamientos más profundos de los personajes, los que la autora desconocía, y que ahora se nos revelan desde dentro. Las confesiones más íntimas de Sandrine, de Benjamín, de Sebastián...

¡¡¡ES GENIAL!!!

Mil gracias a todos por haber puesto muchísimo color a este día que se presentaba muy gris. Habéis sido estupendos, geniales. Y os lo agradeazco muchísimo.

Hay días en los que existen los milagros.

Mis queridos desconocidos, GRACIAS.

 

http://www.ivoox.com/entrevista-a-protagonistas-el-medallon-perdido-audios-mp3_rf_1899558_1.html